¿Pero y qué es lo que le pasa a ese hombre que está tan peleón?, ¿y si fulano tiene Co­vid, por qué se porta como que no lo tiene? ¡Dios mío, pero esa muchacha anda como que no le pasa nada! Son algunas interrogantes y afirmaciones que tienen va­rias personas respecto a una situación que está sucedien­do con algunos contagiados con el coronavirus.

“No se sabe a ciencia cier­ta si es que el virus altera al­go interno del organismo relacionado al sistema ner­vioso, que hace que algunos adopten una conducta nada apropiada. Lo cierto es que hay quienes asumen una posición de negación y al hacerlo, se vuelven rebelde cada vez que alguien inten­ta aunque sea mencionarle la palabra Covid. Esa es una realidad digna de estudio”.

Esta explicación la ofrece el experto en conducta fa­miliar y social, Sócrates Res­trepo. Desde los casos que le ha tocado ver de cerca se hace una idea de cómo está actuando la gente después de la llegada del Covid-19 al mundo. “Y te puedo de­cir que he visto y he sabido de personas que niegan ro­tundamente que tengan o le haya dado coronavirus”, co­menta con asombro.

Para ello hay una expli­cación con sentido emocio­nal, dice y la ofrece a segui­das. “Lo que sucede es que como hay un rechazo lógi­co a la persona con el virus, y digo lógico, porque al ser una enfermedad que se pe­ga, hay que mantener la dis­tancia para evitarla. Enton­ces, ese rechazo, consciente o inconscientemente, lleva a algunos a negar que lo tie­nen y a comportarse como que están sanos para evitar que la gente se le aleje”, sos­tiene Restrepo.

Esta actitud la tilda de peligrosa, pues en el afán de negarlo, no se detienen a pensar en que pueden poner en peligro a otros, ya sea familiares, amigos, compañeros de trabajo, o a la gente común con la que tengan contacto. “¿La solu­ción? La hay, que las auto­ridades gubernamentales promuevan además de las medidas de prevención, las medidas para saber tratar a un paciente con Covid, y que le digan a la gente que la responsabilidad que se tenga de manera indivi­dual puede ayudar de ma­nera general”, puntualiza

 el experto en conducta fa­miliar y social.

Los testimonios

Rafael es un hombre amable, con sus “rabietas normales”. Es atento y edu­cado. Estas cualidades lo definían antes de que el Co­vid-19 hiciera su entrada triunfal al país y al mundo. “Desde que comenzó la cua­rentena, se puso ‘caco duro’. No había forma de hacer­le entender que debía estar en la casa. Pero cuando em­peoró el asunto fue cuando hace un mes la prueba dijo que estaba positivo. Se vol­vió una fiera”. Esto lo com­parte con LISTÍN DIARIO su esposa Sandra.

También cuenta que cuando comenzó a sentir­se mal, con decaimiento, falta de apetito y dolor de garganta hubo que obli­garlo a ir al médico, don­de le hicieron una prueba rápida que dio un resulta­do negativo. “Pero como seguía delicado, se le obli­gó a someterse a la PCR, al salir positivo se puso peor. No lo aceptaba y seguía ac­tuando como que estaba negativo, y no había quien le hablara de eso. Insulta­ba hasta al más bonito. En una segunda prueba salió de nuevo positivo, pero co­mo se sentía bien, comen­zó hacer su vida normal.

El caso es que nunca ha aceptado que le dio Covid”, concluye la señora.

Su caso se parece al de Alejandrina, una mujer que al enterarse de que te­nía el coronavirus “se puso como loca”, dice su herma­na. “Oh, pero cuando salió esa prueba, teníamos hasta miedo con ella, una perso­na que habla hasta poco y no ofendía a nadie, se puso rebelde y no querían que le hablaran de eso, ni que se lo dijeran a nadie”. La historia la cuenta su hermana Ama­lia.

Era un secreto. Nadie po­día hablar de que ella se ha­bía contagiado, y lo peor, dice la hermana, no hubo quien la hiciera guardar el aislamiento. “Les cuento que se puso como loca. Uno de mis hermanos habló has­ta con una psicóloga, y ella nos ayudó con la situación. No comía ni dormía y que­ría ir a su trabajo como si nada. ¿Y para que se pusie­ra la mascarilla? Había que coger una lucha grande, porque quería estar donde estaba todo el mundo y sin protegerse”, cuenta Amalia.

Punto de vista psicológico

Ante las reacciones que revelan los testimonios con­tados, es que entra en ac­ción el papel de la Psico­logía. Para dar luz en este sombrío panorama, LISTÍN DIARIO entrevistó a Olga María Renville, experta en Filosofía Mental.

Explica que a pesar de que se tiene claro que la in­tensidad de los síntomas fí­sicos puede depender la de fortaleza del Sistema Inmu­ne de cada individuo y las condiciones previas de sa­lud, es importante tomar en cuenta el impacto psicológi­co que causa esta enferme­dad.

En el caso del Corona­virus, la especialista expli­ca que el miedo es una de las emociones más intensas que experimenta la pobla­ción. Esto por la consecuen­cia de la gravedad de los síntomas y su triste desen­lace. Frente a un resultado positivo, tanto los afectados como los familiares podrían sentirse culpables por no haber tomado las medidas de prevención o buscar ayu­da médica a tiempo.

A la especialista le pre­ocupa la cantidad de pa­cientes que ha tenido en consulta por crisis de páni­co. Dentro de la alerta que denota agresividad en el paciente figuran las mani­festaciones de conductas exigentes y demandantes como falta de cooperación, amenazas, violencia verbal, e incluso física.

Paciente agresivo

A tomar en cuenta

Quienes estén cerca, de­ben mantener la calma y es­cuchar, reconocer sus que­jas, validar lo que están sintiendo, evitar la confron­tación, no ponerse a la de­fensiva y ofrecer resolver el problema a través de asis­tencia médica.

También debe mante­ner una distancia adecua­da y ubícarse en una zona de donde puedas salir fácil­mente, además debe man­tente alerta de signos de po­tencial agresión.

Desde el punto de vista neurológico

El neurólogo José Silié Ruiz entiende que en esta pandemia son muchos los factores que inciden para llevar al paciente a sufrir al­gún trastorno de conducta y psiquiátrico. El encierro es uno de ellos.

Que el mundo esté arro­dillado y confinado en un 90% significa que esto de­jará lecciones como angus­tia en la persona que, al ver­se limitada de la vida social puede afectar la parte emo­cional y llevarlo a un estado de ansiedad que termine en una depresión que puede afectar la memoria, dice.

“Este tipo de situación puede suceder tanto por el encierro como por el te­mor al contagio, el distan­ciamiento y la falta de la so­cialización. Esto desarrolla angustia, tristeza y puede llevarle al estado depresivo, algo que daña el cerebro”, puntualiza.