El permafrost, también llamado “permahielo”,​ “permagel” y de otros modos, es el suelo que se mantiene congelado en diversos puntos del planeta, como el Ártico y la Antártida, así como en la parte superior de montañas altas y en llanuras elevadas de todo el mundo. El calentamiento global está comenzando a derretir grandes masas de permafrost en algunas zonas de la Tierra.

 

El agua subterránea que circula por el subsuelo como consecuencia del deshielo del permafrost puede transportar dióxido de carbono y metano —gases con un potente efecto invernadero— hasta los lagos árticos, lo que incrementa los efectos del cambio climático. Este proceso de transporte de gases hasta los lagos, que culmina con su emisión hacia la atmósfera, se ha cuantificado ahora por primera vez en un estudio que ha dirigido Carolina Olid, profesora de la Facultad de Ciencias de la Tierra y miembro del Instituto de Investigación Geomodels de la Universidad de Barcelona (UB).

 

En el trabajo también han participado los investigadores Jordi Garcia-Orellana, Valentí Rodellas, Marc Diego-Feliu y Aaron Alorda-Kleinglass, del Departamento de Física de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental (ICTA, dependiente de la UAB); Gerard Rocher-Ros y Jan Karlsson de la Universidad de Umea en Suecia, y David Bastviken de la Universidad de Linkoping en Suecia.

 

Según el nuevo estudio, el cambio climático potenciará el proceso de descarga de metano desde el permafrost hasta los lagos árticos a través del agua subterránea, «motivo por el que debería incluirse este proceso en los modelos de predicción climática», apunta Carolina Olid, primera autora del estudio.

 

El Ártico, el centinela del cambio climático

 

El Ártico es una de las zonas de la Tierra más sensibles al cambio climático y se está calentando a una velocidad dos o tres veces superior a la media global del planeta. El nuevo estudio tiene como modelo los lagos árticos ubicados en la región de permafrost esporádico, en el norte de Suecia. En esta área —un ecosistema típico de la tundra—, entre un 10% y un 50% de los suelos están permanentemente congelados. La capa superior del suelo por encima del permafrost, la capa activa, es la que se congela y descongela anualmente.