En un estudio liderado por científicos de Argentina y de España se ha logrado describir un mecanismo novedoso para la biología vegetal y el hallazgo podría servir para el desarrollo de diferentes cultivos agrícolas con mayor producción de granos por hectárea.

Los primeros autores del estudio son Noel Blanco-Touriñán y Eugenio Minguet, de la Universidad Politécnica de Valencia en España, y Martina Legris y Cecilia Costigliolo-Rojas, de la Fundación Instituto Leloir (FIL) y del CONICET, ambas instituciones en Argentina.

“Nuestro trabajo describe un mecanismo molecular de respuesta de las plantas a su ambiente hasta ahora desconocido. Este descubrimiento sienta bases para optimizar la generación de cultivos de menor altura, de manera tal que las plantas vuelquen sus recursos energéticos más a los granos que a los tallos, que además, al ser de menor estatura, resultan más resistentes a las inclemencias del viento”, afirma el ingeniero agrónomo y doctor en Biología Jorge Casal, codirector del estudio internacional y jefe del Laboratorio de Fisiología Molecular de Plantas de la Fundación Instituto Leloir (FIL).

Pinturas europeas del siglo XVI sobre cosechas muestran plantas de trigo que tienen la misma altura que los campesinos. Hasta la década de 1970, los productores de trigo sufrían enormes pérdidas por el problema del vuelco: por su excesiva altura y por efecto del viento, las plantas se caían y por lo tanto las cosechas (los granos) se perdían.

A fines de la década de 1950, se pronosticaba una crisis alimentaria mundial por el desfasaje entre el ritmo de crecimiento demográfico y el nivel de producción de alimentos, pero se pudo evitar gracias a una revolución verde del trigo que en los años 70 transformó la agricultura global. Un artífice clave de este logro fue Norman Bourlaug, biólogo estadounidense y Premio Nobel de Paz 1970 (participó en proyectos con el INTA (Instituto Nacional argentino de Tecnología Agropecuaria) y fue miembro honorario de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria creada por la Universidad de Buenos Aires (UBA)), quien logró cruzar cultivares de trigo y producir genotipos “enanos” sin problemas de vuelco.

“El resultado de estas nuevas variedades fueron más granos por hectárea”, afirma Casal, también investigador del Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas Vinculadas a la Agricultura (IFEVA), que depende de la UBA y del CONICET.