El faraón Seqenenre-Taa-II gobernó brevemente en el sur de Egipto durante la ocupación del país por los hicsos, una dinastía foránea que mantuvo el poder en el reino durante aproximadamente un siglo (entre el 1650 y el 1550 a.C. más o menos). En su intento de expulsar a los hicsos, Seqenenre-Taa-II fue asesinado. Los estudiosos han debatido la naturaleza exacta de la muerte del faraón desde que su momia fue descubierta y estudiada por primera vez en la década de 1880.

 

Estos y otros exámenes posteriores, incluyendo un análisis mediante rayos X en la década de 1960, indicaron que el faraón había sufrido varias lesiones graves en la cabeza, pero ninguna otra herida en su cuerpo. La teoría predominante, basada en las pruebas disponibles, era que el rey había sido capturado en batalla y ejecutado después, posiblemente por el propio rey hicso. Otros investigadores sugirieron que fue asesinado mientras dormía, a raíz de una conspiración en el palacio.

 

Por otra parte, el mal estado de la momia sugirió en su día que el embalsamamiento se había realizado de forma precipitada y precaria, lejos del laboratorio de momificación de la realeza.

 

Sin embargo, unos recientes escaneos de los restos momificados de Seqenenre mediante tomografía computerizada han revelado nuevos detalles sobre sus lesiones en la cabeza, incluidas lesiones no detectadas anteriormente que los embalsamadores lograron ocultar hábilmente.

 

El equipo de Sahar Saleem, experta en paleorradiología y profesora de radiología de la Universidad de El Cairo en Egipto, ofrece una novedosa interpretación de los acontecimientos anteriores y posteriores a la muerte del faraón basada en las imágenes de rayos X procesadas por ordenador: Efectivamente, Seqenenre había sido capturado en el campo de batalla, pero le ataron las manos a la espalda, impidiéndole así defenderse de las agresiones a las que luego fue sometido.