De joven vendía aguacates en batea y cubeta por las ca­lles de Padre las Casas, Puer­to Plata, atendía un carrito de hog dog, y lo peor, desa­fió tres veces la muerte en su intento de viajar de polizon­te dentro de un barco, muy próximo a las hélices, todo en busca de alcanzar un me­jor porvenir para él y los su­yos.

Pero, Amauris Batista nunca descansaba en su es­fuerzo por variar su status de vida y que le hiciera olvidar las penurias de su pasado, marcado por el hambre y ca­rente de una luz al final del túnel que le permitiera aban­donar la pobreza.

Hoy, y tras pasar décadas de penurias, Batista a quien de cariño le apodan “Chapi­ta” es un próspero entrena­dor y reclutador de talentos para el béisbol, con más de 30 peloteros de su programa Chapita Baseball Academy que han firmado para dife­rentes organizaciones.

Aunque en la actualidad disfruta de un poco de la “miel” que proporciona el confort y dueño de una ca­rrera en ascenso en su rol de instructor, Chapita nunca ol­vida su pasado y hasta se le eriza la piel cuando le corres­ponde hablar del mismo con hasta lágrimas en sus ojos.

“Tuve una niñez y adoles­cencia muy fuerte, fíjate éra­mos 10 hermanos en la ca­sa y no había mucho de que comer”, relata el entrenador, cuyo padre José Francisco era Agricultor y su progeni­tora, Altagracia Batista, la­boraba en el corte de cacao y recogida de café.

Al narrar parte de sus vici­situdes, Batista tiene latente en sus ojos el último de sus intentos fallidos, cuando sus hermanas Miguelina y Car­men Batista corrieron como “locas” al muelle de playa Oeste en Puerto Plata para buscarlo y desafiar el viejo adagio que reza que a la ter­cera es la vencida.

Unos minutos antes de salir el barco hacia New Or­leans en esa tercera ocasión, ocurrida en 1997, un amigo de nombre Cecilio acompa­ñaba a Batista en su travesía, pero abandonó sus intencio­nes, lo convido a seguir sus pasos y al ver que no tuvo éxitos se dirigió a la casa de sus hermanas, quienes llega­ron de forma rauda y a gri­tos pudieron convencerlo de que saliera del mismo.

Con conocimientos de na­dos, algunas experiencias en estos oficios, Batista op­tó por buscar la parte media de la embarcación para tirar­se al agua, pues si lo hacía próximo a las hélices estas con sus fortaleza y presión podían arrastrarlo y hacerlo pedazos. Esto hizo y así pu­do salvarse.

“Yo estoy vivo para con­tar este tipo de historia, sino hubiera sido por Cecilio es­tuviera muerto, pues tenía un par de días metido en la parte baja del área que ocu­pa el timón del barco, un lugar donde brota una in­mensa cantidad de grasas, ya se me agotaba el agua, los chocolates, masitas y las menta de espíritu con la que había subido a la embarca­ción” relata.

Como llega a instruir en béisbol
Con apenas 5’3 de estatura y 105 libras de peso estuvo distante de ser un jugador de béisbol, nunca lo hizo de manera organizada, pero en el 2008, un entrenador de nombre Santos Brito lo re­cluta para que se haga cargo de una de las categorías de niños en la liga que regen­tea. Ahí permaneció por un buen tiempo, pero es unos años después con Diógenes-Tite- Núñez, presidente de la Asociación de Béisbol de Santiago con quien comien­za su real andares como ins­tructor. Había iniciado co­mo mensajero en la entidad en el 2013, le entregaron un pequeño motor y junto con esta labor también le busca­ba muchachos a Núñez con cualidades para el béisbol y de esta manera se fue intro­duciendo en el negocio.

Con Núñez laboró por unos tres años, al final ha­bía aprendido el oficio pa­ra capacitar principalmente a lanzadores y tuvo como primer mentor en el rol de instructor a José Guerre­ro, un reconocido coach de pitcheo y quien se dedicó a enseñarle.