“Estoy viviendo el día a día. Estoy sola; tengo que sufragar esto sola. Sé que hoy tengo dinero para pagar las próximas dos rentas y comer. Y ya. Después de eso, no sé”.

Carolina Malagamba, de origen mexicano, vive en Nueva York. Es educadora de museos y, desde que estalló la crisis sanitaria por el coronavirus en Estados Unidos, todas sus clases, tutoriales y tours se cancelaron.

Al no tener contrato fijo en ninguno de los dos museos donde enseña -el Museo del Barrio y el New-York Historical Society-, Carolina se quedó sin trabajo de un día para otro.

 

“Sé que por lo menos hasta mayo no tendré ingresos. Aunque en el New-York Historical Society quedaron de pagarme lo que tenía en agenda, a los diez educadores independientes del Museo del Barrio nos dijeron: ‘Suerte, bye’. Claramente no aprecian mucho a sus educadores”, señala en conversación con BBC Mundo.

En una semana normal, Carolina dice que da entre cinco y ocho tutoriales. “Ahora no daré ninguno; perdí mi trabajo”, afirma.

Ante esta situación, la educadora está evaluando volver a México. Sin embargo, tiene miedo de que cuando pase la crisis sanitaria no la dejen regresar a Nueva York.

“Tengo visa de trabajo pero con Estados Unidos uno nunca sabe. Por ese miedo, me estoy quedando aquí”, dice.

 

El caso de Carolina no es aislado. Miles de personas alrededor del mundo están viviendo situaciones similares.

Y es que el brote del COVID-19 ha pegado fuerte en la economía mundial.

Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), esta pandemia representa la “mayor amenaza a la economía global desde la crisis financiera de 2008” y estima que podría crecer a su ritmo más bajo desde 2009 debido al brote.

Gráfico impacto del coronavirus en los mercados.
BBC

Y basta con revisar un par de números para entender el dramático pronóstico de la OCDE.

 

En los primeros dos meses del 2020, la producción industrial cayó un 13,5% interanual, la primera contracción desde enero de 1990.

Además, las ventas al por menor descendieron un 20.5% interanual, el mayor derrumbe desde que se tienen registros. Y, por si eso fuera poco, la inversión en activos fijos se redujo un 24,5% interanual, otro récord a la baja.

Con un panorama económico tan negro como este, son pocos los que pueden sacar cuentas alegres.

 

Reinventarse para subsistir

Los coletazos de este estancamiento global están siendo especialmente duros para quienes se dedican al sector de los servicios, a rubros como la hotelería y el turismo, y a la industria de la entretención.

Para prevenir contagios, muchos eventos están siendo cancelados. Y, por ende, las cientos de personas que están detrás de ellos, se han quedado sin trabajo.

Es el caso del encargado de banquetes chileno Roberto Gálvez, quien se ha visto afectado por la numerosa suspensión de matrimonios en su país.

 

Hasta el momento, le han postergado ocho de estos eventos, lo que significa que al menos de aquí a cuatro meses más no percibirá ingresos.

 

Manos con guantes de plástico
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Una chilena protege sus manos tras la declaración del “estado de catástrofe” que otorga al gobierno poderes extraordinarios para restringir la libertad de movimiento y asegurar el suministro de alimentos y servicios básicos durante 90 días para enfrentar la propagación de COVID-19.

“Ahora mismo no estoy viviendo el remezón porque me queda algo de recursos. Pero estoy muy preocupado por lo que ocurrirá el mes siguiente y el subsiguiente. Si esto sigue así de aquí a fin de año, tendré que reinventarme y hacer un cambio brusco de giro”, dice a BBC Mundo.

El chef acaba de tener a su primer hijo. Y su esposa, Macarena Heusser, tampoco está recibiendo ingresos pues trabaja con él.

 

“Esta es una empresa familiar y, si no anda, no anda la familia. Los ingresos se acaban porque los dos trabajamos en lo mismo”, cuenta.

Por otra parte, Roberto dice estar preocupado porque hay personas que dependen de su negocio, como ayudantes de cocina y garzones, entre otros.

“Uno se puede reinventar, yo quizás puedo empezar a hacer pedidos a domicilio para poder pagar las cuentas, pero lo que más me preocupa son nuestros trabajadores. Porque es gente de escasos recursos, que vive realmente el día a día, y que siempre están con sus saldos en cero”, dice.

 

Una experiencia similar está viviendo el italiano Gionata Russo quien reside en el turístico Lago de Como (al norte de Italia) y se dedica a organizar bodas.

 

En las últimas semanas, al wedding planner le han cancelado todos los matrimonios. Su situación es aún peor si se considera que su clientela es principalmente parejas estadounidenses y británicas.

 

“Estoy pasando por un momento terrible. Mis clientes han decidido cancelar sus bodas porque nadie, ni sus amigos ni familiares, quieren venir a Italia en una situación como ésta”, explica a BBC Mundo.

“Es muy complicado. Algunos me han pospuesto los eventos para el año que viene, pero yo gano mis ingresos una vez que se hacen los matrimonios, no antes”, dice.

Gionata Russo calcula que perderá al menos un 50% de su ganancia este año, lo que podrían ser unos 10 mil euros ($10,900 de dólares).

 

“Estoy enfadado con esta situación porque yo no tengo trabajo ni tampoco soporte del gobierno del Italia. Y tengo que seguir pagando la renta, la alimentación, todo”, afirma.

Mirando al futuro, el italiano no tiene muchas esperanzas de que el panorama vaya a mejorar.

“Puede ser que más adelante aquí en Italia estemos bien. Pero no podremos recibir turistas por posibles rebrotes de la enfermedad. Y si las personas de Estados Unidos o Inglaterra no pueden venir aquí, será imposible continuar en este rubro”, dice.

 

Volver a partir de cero

Desde el comienzo de la crisis sanitaria por el COVID-19, los economistas han alertado que la pandemia afectaría a ambos lados de la economía, tanto la cadena de suministro como la demanda.

El suministro de bienes y servicios se ve afectado porque las fábricas y las oficinas cierran y, como resultado, la producción cae. Al mismo tiempo, la demanda también lo hace porque los consumidores se quedan en sus casas y dejan de gastar.

“Me he visto tremendamente afectado, mi vida va a cambiar del todo”, le dice a BBC Mundo el fotógrafo español Job Vermeulen, quien se dedica a la publicidad y a los eventos.

 

Ambas industrias están completamente paralizadas.

“En una semana yo solía ganar entre 1,000 y 1,500 euros. Y ahora no estoy ganando nada”, indica.

El profesional, que reside en Barcelona, tiene un bebé de seis meses. Su mujer tampoco está recibiendo un sueldo fijo.

 

“Es una situación bastante dura. Hemos tenido que cambiar el chip, gastar mucho menos y apretar el cinturón”, dice.

“No sabes qué va a pasar en los próximos 10 días. No puedes hacer planes de futuros trabajos. Tampoco sabes si aquella empresa para la que trabajas va a salir a flote. Entonces es volver a cero en todo nuevamente”, agrega.

 

Otro rubro que se ha visto afectado es el del personal doméstico.

Ante el temor de una propagación del virus, muchas personas han decidido pedirles a sus trabajadores que no acudan más a sus casas.

Lourdes —quien prefiere mantener su apellido en reserva—, es empleada doméstica. Originaria de Brasil, hoy vive en Londres y allí trabaja limpiando casas.

 

Asegura que solo esta semana le han cancelado 14 horas de trabajo, lo que significa que perderá alrededor de 500 libras ($580 de dólares).

“Posiblemente la próxima semana no tendré trabajo y no sé con qué plata voy a pagar la renta y mi alimentación”, dice.

Mano enguantada limpiando manija con esponja.
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Mientras que en los sitios públicos, el personal de limpieza se ha vuelto aún más preciado, quienes se dedican a limpiar los hogares de otros por días están teniendo problemas.

La mujer de unos 50 años asegura a BBC Mundo que ahora, apenas llega a las casas de sus clientes, se lava las manos, se pone guantes y mascarilla.

“La gente tiene miedo. Y lo entiendo, porque yo también estoy con miedo. Pero me preocupa porque si no gano dinero, no podré vivir. Solo le pido a Dios que me proteja”, dice.

 

A pesar de esta catástrofe económica, muchos de los afectados están intentando tomarse las cosas con calma.

“Decidí que voy a vivir el día a día. Oficialmente no me he quedado sin ingresos. Hasta que eso no ocurra, voy a intentar mantener la calma”, dice la mexicana Carolina Malagamba.