Con el regreso a ciertas actividades en el país, la mascarilla se ha convertido en un accesorio fundamental para protegerse durante la pandemia de coronavirus.

Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), usar mascarilla puede “ayudar a evitar que quienes tienen COVID-19 propaguen el virus a otras personas”, y algunos estudios aseguran que pueden reducir el riesgo de infección hasta en 75 por ciento.

¿Pero cómo saber si una mascarilla realmente te protege contra el coronavirus? Realiza estas dos sencillas pruebas sugeridas por un experto en equipos de protección en tus mascarillas, ya sean caseras o comerciales.

La prueba del fuego

Leo Friedman es CEO de iPromo, un sitio especializado en la venta de diversos artículos, entre ellos, equipos de protección. En una entrevista con First Coast News, Friedman advirtió que muchas veces, una mascarilla casera “no brinda la protección necesaria”, por lo que es imprescindible hacer un par de pruebas muy simples para verificar que sea efectiva contra el coronavirus.

La primera de ellas consiste en colocarse la mascarilla, casera o comercial, y posteriormente situar un encendedor justo delante de la boca. Hay que encenderlo e intentar apagarlo a través de la mascarilla. Si el material es adecuado y está bien colocado, NO debes poder apagar el encendedor con la mascarilla puesta.

La prueba del agua

La segunda prueba consiste en tomar la mascarilla como si se tratara de un recipiente y verter en su interior cualquier líquido. Nada debe gotear a través del material del cubrebocas; si gotea, es muy probable que las partículas de saliva atraviesen la supuesta protección.

Un video vinculado por los CDC muestra la recomendación del cirujano militar Jerome Adams para fabricar fácilmente mascarillas caseras con una camiseta o alguna otra prenda de algodón. 

El médico hace varios dobleces para que la cubierta de tela quede gruesa sin impedir la respiración. Sin embargo, un punto fundamental en las mascarillas caseras es asegurarse de que sean cómodas y de que no sea necesario manipularlas ni reacomodarlas, pues hay que evitar a toda costa tocar la tela con la que estén hechas.