Según el Real Club Británico del Automóvil y el Club Francés del Automóvil, el primer coche que merece ser llamado así fue creado en 1770 por el francés Joseph Cugnot. Este coche estaba propulsado por una máquina de vapor y alimentado por una caldera. Este vehículo autopropulsado de 7 metros de largo alcanzaba una velocidad de 4 km/h, con una autonomía media de 15 minutos. Ahora, 250 años después, unos investigadores del Instituto de Ciencia y tecnología de Nara (NAIST) en Japón, en colaboración con colegas de la Universidad Paul Sabatier de Toulouse en Francia, han presentado una nueva familia de nanoautomóviles que integran un dipolo para acelerar su movimiento en el nanomundo.

 

Tras la primera carrera de nanoautomóviles organizada en la primavera de 2017, en Toulouse (Francia), el equipo diseñó una nueva familia de moléculas capaces de comportarse como nanoautomóviles en el nanomundo. En abril de 2018, comenzó la síntesis. Dos años después, ya hay resultados: la síntesis de 9 nanoautomóviles dipolares.

 

Estos son los nanoautomóviles de carreras franco-japoneses que aguardan en el “garaje” al próximo «Gran Premio» de nanoautomóviles en 2021, una singular carrera automovilística.

 

«Para poder ganar la carrera, los nanoautomóviles tienen que ser rápidos pero también tienen que ser controlables», enfatiza Gwénaël Rapenne, del NAIST y miembro del equipo de investigación responsable de tan llamativa «escudería». El modelo de nanoautomóvil que Rapenne y sus colegas diseñaron está compuesto por 150 átomos. Cada nanoautomóvil mide 2 nanómetros de largo, está rodeado por cuatro ruedas diseñadas para minimizar el contacto con el suelo y tiene dos patas que son capaces de donar o aceptar electrones haciendo dipolar al nanoautomóvil.

 

 

 

Estructura química de uno de los nanoautomóviles, superpuesta a la silueta de un coche de carreras convencional, para apreciar mejor la similitud. (Imagen: G. Rapenne, NAIST / UPS)

 

Acerca de qué tipo de aplicación práctica se les podría encontrar a estos pequeños vehículos, sus creadores reconocen que por ahora no saben aún para qué servirá esta tecnología. Pero, tal como argumentan, al igual que los cristales líquidos descubiertos en 1910 y no utilizados hasta medio siglo después en las pantallas de las calculadoras y ahora en todos nuestros soportes de LCD, la manipulación de las moléculas realizadas con estos nanoautomóviles podría ser la base de algún avance futuro de gran importancia. Una de las líneas de investigación podría ser desarrollar nanovehículos capaces de transportar reactivos o fármacos de un lugar a otro dentro del cuerpo humano.