A pesar del toque de queda y las condiciones de emergencia, muchos ciudadanos recorrían de noche las calles a horas del azote histórico de María.

En medio de un recorrido con personal de la Agencia Estatal para el Manejo de Emergencias y Administración de Desastres (AEMEAD), se escuchó la voz pidiendo ayuda.

Vivian Rebella dio tres pasos para abandonar su guagua que estaba prácticamente hundida en el agua que se apoderó del expreso Martínez Nadal en dirección de Guaynabo a Caguas.

La mujer había salido de la residencia de su madre en Las Lomas para llegar a su casa en University Gardens en San Juan transitaba por la mencionada vía sin saber que uno tramo más adelante la carretera se convertía en piscina.

Su guagua, una Honda gris tipo pick up se quedó varada en medio del agua, justo al lado de otra guagua similar a la de ella y en cuyo interior no había nadie.

Rebella tuvo suerte de toparse con personal de la AEMEAD mientras hacían un recorrido con periodistas.

“Yo fui a chequear mi casa porque yo me quedé con mi mamá”, soltó la mujer que acababa de quedarse en estancada en el lugar.

Tras ser sacada del vehículo junto con su madre, Beatriz Maleck, pidió un favor adicional: que sacaran de la guagua los bultos de sus dos hijos de 13 y 8 años.

“No sé qué voy a hacer. Buscarla mañana a ver si la puedo buscar mañana. Ya saqué los bultos de la escuela que eso era lo que yo quería”, comentó.

Las mujeres eran solo  dos de las decenas de personas que se observaban recorriendo el país en sus vehículos a pesar del toque de queda establecido por el gobernador Ricardo Rosselló de 6:00 p.m. a 6:00 a.m.

Las personas desafiaban el material vegetativo y el tendido eléctrico que abundaba en las vías públicas del país, incluso transitaban por encima de islotes o en el sentido contrario. El huracán María al azotar Puerto Rico destruyó viviendas, comercios, letreros y provocó grandes inundaciones.

Los semáforos parecían colgar de un solo cable tras haber bailado todo el miércoles al son de los vientos del huracán.

Un dealer de autos mostraba sus últimos modelos ahora reducidos a chatarra. Abundaban las tormenteras por las calles tras ser desprendidas de las ventanas. En fin, el caos y el desorden abundaban en el área metropolitana.