Las dietas suelen fracasar porque el objetivo perseguido es efímero. Si es adelgazar, una vez conseguido uno vuelve a comer lo que le gusta y se engorda de nuevo.
El objetivo real sería un cambio en los hábitos alimenticios para estar sano, y aprender a aceptar que no todos somos modelos. La obsesión por el cuerpo tiene componentes sociales, psicológicos y biológicos. Las mujeres creen que si son muy delgadas van a ser más populares, exitosas y atractivas.
La necesidad de vivir a dieta restringe la alimentación, empuja al ejercicio compulsivo y, en algunos casos, a desarrollar anorexia o bulimia.
El entorno es un elemento de presión muy importante porque se suele alabar a quien ha adelgazado mucho y se le pregunta cómo lo ha logrado.
En fin, se trata de imitar, como ejemplo, la delgadez extrema.
A más autoestima, menos kilos. Pon en práctica estas premisas que fortalecerán tu autoestima, lo que te ayudará a lograr un peso razonable sin caer en obsesión ni ansiedad innecesaria.
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Aprende a reconocer el hambre auténtica. Cuando sientas el estómago vacío, come una pequeña cantidad y detente. Observa hasta qué punto tenías hambre.
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Si pierdes el control, no lo “arregles” con comida. Las personas solemos recurrir a la nevera ante determinadas situaciones. Es un error, pues solo servirá para que baje aun más tu autoestima.
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Adelgaza porque de verdad quieres hacerlo, no te dejes llevar por los demás ni por la presión mediática.
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Sé razonable en tus aspiraciones. Además de puntuarte sobre tu físico, empieza a puntuar las cosas que haces cada día.