La normalización de la muerte en el tránsito migratorio, tanto en la narrativa del control de fronteras como en las prácticas y políticas migratorias, es el proceso que el colectivo Caminando Fronteras pone en evidencia en su Monitoreo Derecho a la Vida, dedicado al primer semestre de 2022, seis meses que se han cerrado con la masacre de Melilla el pasado 24 de junio, a la que el documento le dedica un amplio y documentado espacio. El informe es un trabajo del Observatorio de la Frontera Occidental EuroAfricana, que Caminando Fronteras creó en 2015, y que año a año hace una fotografía de la mortalidad en las rutas que atraviesan tanto el Maditerráneo occidental (Estrecho, Alborán, Argelia) como del Atlántico (Canarias); incluyendo asimismo las víctimas en las vallas de Ceuta y Melilla.

“La militarización del control migratorio ha ido escalando en la aplicación de acciones que atacan de forma sistemática los derechos humanos de las personas migrantes”, señalan en el informe, las 978 víctimas registradas por el propio colectivo, dan muestra de ello. Una militarización que este año ha sido fortalecida por el contexto: la guerra en Ucrania, recuerdan, ha desatado un ánimo belicista en el que Europa, y una OTAN revitalizada se hallan inmersas, una atmósfera que tendrá efectos sobre el control de fronteras.

El monitoreo de Caminando Fronteras profundiza en las violencias ejercidas contra las personas en movimiento como un proceso continuado, y en el análisis de las diversas herramientas a través de las cuales se vulnera cotidianamente su derecho a la vida. “ Su memoria tiene que seguir presente e iluminar un camino que nos lleve a la verdad, reparación, justicia y no repetición”, expresa el colectivo.