Dentro de pocos días Ro­berto iniciará un nuevo año escolar. Tiene 14 años y cursará el tercer grado de la educación secunda­ria, pero a diferencia de jornadas anteriores no siente emoción, solo nos­talgia. No habrá abrazos el primer día de clases, tam­poco una hora de recreo para conversar con sus compañeros, no escuchará risas ni susurros mientras se prepara para el acto de bandera. Él, como muchos jóvenes, se enfrenta a un año escolar atípico y debe adaptarse por completo a la modalidad virtual.

Este reto también en­vuelve a los padres, y la nueva realidad deja al des­cubierto un conjunto de preocupaciones que van desde el temor a que sus hijos no logren involucrar­se, fungir como co educa­dores mientras trabajan, tener los equipos tecnoló­gicos necesarios, servicio de internet óptimo y dis­poner de un espacio idó­neo en el hogar.

Para Leyda de Estévez, quien tiene acumulada la experiencia de ayudar siempre a sus hijos y sobri­nos en la jornada educati­va, el panorama es igual de estresante. “Ya mis hijos ini­ciaron el año escolar y ne­cesitamos adquirir otros equipos, además ofrecer más supervisión porque las asignaciones han aumen­tado en relación a períodos anteriores. Estoy en casa, pero en la comunidad mu­chos padres que trabajan han tenido que contratar a alguien para que ayude a sus hijos. Este es un gasto que se suma a los tradicio­nales de compra de útiles, pago de inscripción y men­sualidad”.

En el caso particular de Leyda ha recibido entrena­miento del colegio. Otros padres no corren la misma suerte y han tenido que in­geniárselas para aprender a navegar en una platafor­ ma desconocida y con un método sin guía.

“A todas las situaciones ci­tadas debemos agregar que muchos padres y madres tra­bajan remoto o de manera presencial, y tienen que lo­grar que sus hijos estén aten­tos para recibir docencia mientras ellos cumplen con sus compromisos laborales. Así que es casi inevitable no enfrentarse a un alto nivel de estrés”, explica la psicóloga Montserrat Bordas.

Bordas sostiene que este plan educativo ha genera­do mucha ansiedad y dudas con relación al futuro, sobre todo en los niveles socio- económicos y educativos más vulnerables. “Lamen­tablemente también puede haber consecuencias a largo plazo en la salud mental de los niños”.

Una mirada profunda

La especialista de la con­ducta humana agrega que el cierre de los centros edu­cativos ha generado en los niños una falta de estruc­tura y estimulación, lo cual puede impactar su autoes­tima, seguridad y niveles de ansiedad. “En los padres crea tensión perjudicando las relaciones padres e hi­jos y la dinámica del ho­gar en sí. Restando opor­tunidades de apoyo social esenciales para el bienestar familiar”.

Recomendaciones de la coach de padres

Montserrat Bordas sugiere a las familias las siguientes pautas: Tener expectativas de los niños, académicas y con­ductuales, realistas.

Hablar y permitir hablar a sus hijos sobre lo que sien­ten y les preocupa. Dar prioridad a la rela­ción y estabilidad emocio­nal vs el rendimiento acadé­mico.

Crear oportunidades de contacto con la naturale­za, salir, jugar y “descargar” los niveles de ansiedad que puede producir el encierro y las clases virtuales.

Recordar que, a pesar de la enseñanza en casa, eres padre y/o madre antes de maestro y ese papel es el más importante.

Nadie vino preparado pa­ra esta situación, todos te­nemos preguntas de cómo mitigar los impactos a largo plazo de este confinamien­to, sin embargo, es impor­tante prestarle atención a el impacto socio-emocional en especial de los niños.