La composición de los micrometeoritos antárticos y otras rocas diminutas pero preciosas, como las que traen las misiones espaciales, es realmente difícil de analizar sin que se produzca alguna pérdida en las muestras. Una nueva técnica debería hacer más fácil, más barata y más rápida su caracterización, conservándose al mismo tiempo una mayor parte de la muestra. Los resultados fueron publicados en la revista Meteoritics & Planetary Science.

 

Unas 40.000 toneladas de micrometeoritos, de menos de un milímetro de diámetro, bombardean la Tierra cada año. Analizar la composición de este tipo de polvo cósmico puede potencialmente revelar muchos secretos sobre la evolución de nuestro sistema solar. Caen en todas partes del planeta, pero no podemos distinguirlos del polvo normal. Los micrometeoritos antárticos (AMM) son especiales porque este entorno más limpio los hace más fáciles de distinguir, pero como la Antártida es un lugar tan remoto y desafiante, las muestras de AMM son muy valiosas y deben conservarse en lo posible.

 

Una de las principales técnicas utilizadas para identificar la composición de un material, la difracción de rayos X, depende principalmente del uso de rayos X producidos en laboratorios con sincrotrones, un tipo de acelerador de partículas, algo que es caro y no siempre conveniente.

 

Este método también es complicado si, como es común en el caso de los AMM, los investigadores solo tienen una muestra muy pequeña del material necesario para ser investigado y quieren evitar una pérdida de muestra significativa.

 

Sin embargo, los investigadores del Instituto Nacional de Investigación Polar de Japón han aplicado ahora una técnica diferente -y en realidad bastante antigua- a tales objetos, lo que abre la oportunidad de una identificación mucho más conveniente y barata que la que se disponía anteriormente, conservando al mismo tiempo una mayor cantidad de la muestra.