Como escritor-puente entre el siglo XX y XXI, confiesa que sus novelas se nutren de diversos momentos histórico-sociales y de las continuas transformaciones de la sociedad.

—Mario, en el caso de tus personajes femeninos, es clarísima la influencia de Flaubert.

—Flaubert, sí. Por ejemplo Madame Bovary, porque es una novela que a mí me marcó tremendamente. Y seguro que el personaje de madame Bovary tiene algo que ver con lo que es la niña mala, porque son personalidades que se parecen mucho. Una mujer de gran audacia, capaz de romper las limitaciones en que, generalmente, se mueven las mujeres, en el medio en el que opera. Muy independiente, con una gran audacia.

—Como discípulo de Flaubert, te has valido del “saqueo constante de la realidad real para la edificación de la realidad ficticia” o no ha nacido una historia de la propia imaginación, como dices. ¿Esto se cumple en tus novelas?

—De la pura imaginación, no. Yo creo que la imaginación, por supuesto, es imposible prescindir de ella. Algunos escritores trabajan sólo a partir de la imaginación, pero ese no es mi caso. Te digo: la memoria, las imágenes del recuerdo, para mí, son siempre fundamentales, porque la imaginación se apoya en ellas para inventar.

—El saqueo de la realidad ¿vale también para tus personajes femeninos? ¿Quiénes parten de la realidad y quiénes son propiamente inventados?

—Mira, yo creo que los personajes son todos híbridos. Todos tienen alguna raíz. Puedo inventar un personaje, pero para redondearlo, enriquecerlo, seguramente estoy haciendo préstamos, de personas que conozco, que tengo en el recuerdo, o que conozco muy indirectamente. Pueden ser personajes que he visto en el teatro, en el cine, pero que había un rasgo un detalle que, en un momento dado, vienen a ayudarme cuando estoy trabajando en construir un personaje, ¿no?

—Muchos personajes femeninos de tus novelas son de gran complejidad psicológica, como Urania, Flora, la niña mala, entre otras.

—Mira, Urania, por ejemplo, es un personaje inventado, pero hubo muchas Uranias en la historia de Trujillo. Incluso a mí me impresionó muchísimo. Tú sabes, cuando se publicó La fiesta del chivo yo fui a la República Dominicana a presentar la novela, y a los dos o tres días de estar allí de pronto leí en los periódicos, creo que en el Listín Diario de Santo Domingo, una carta que me impresionó muchísimo, de un señor mayor que había sido militar, que decía: “Yo me he impresionado mucho al leer este libro, porque la historia de Urania es la historia de mi hermana. El autor no podía saberlo, eso nunca. Pero a mi hermana le pasó eso. Nosotros éramos una familia trujillista, y para desgracia nuestra un día Trujillo conoció a mi hermana. Fue la tragedia de nuestra vida, porque mis padres, éramos grandes trujillistas, y de pronto nos encontramos con que mi hermana había sido maltratada de una manera monstruosa por él y no podíamos abrir la boca”. Bueno, y contó que para la hermana también había sido una tragedia terrible esta historia. Se habían ido a los Estados Unidos y habían vivido en el extranjero, muertos de la vergu¨enza con lo ocurrido. Y él decía algo muy interesante: «Al leer la novela de pronto me he encontrado con una tragedia que realmente nosotros vivimos en casa. Fue la tragedia de la familia».

—Entonces, para inspirarte en Urania ¿escuchaste alguna versión similar o parecida?

—Muchas versiones, escuché muchas versiones de muchachas.

Era algo que ocurría allí, prácticamente, con frecuencia, por desgracia, y no solamente por culpa de Trujillo, sino de los hijos también. Me impresionó mucho cuando fui a Irak después de la guerra para hacer un reportaje. Los rumores, los mitos que corrían respecto a las cosas que habían hecho Saddam Husein y los hijos, los dos hijos, como el caso de Trujillo, era muy interesante. Los abusos, las violaciones a chicas que a veces recogían en la calle… Las mismas cosas que en la República Dominicana se decía de los hijos de Trujillo.

—Se me ocurre una pregunta adicional, a raíz de esto. ¿Por qué no has escrito algo sobre las mujeres de la Guerra Civil Española.

—No viví la experiencia, ¿no?

—Pero oíste, leíste…

—He oído mucho, sí.

—Sin embargo, Mario, naciste el mismo año que comenzó la Guerra Civil, en 1936.

—Sí, pues el año de la guerra, claro, el treinta y seis, el año de la guerra, claro. Sí, sí. Pero sí, algunas cosas he escrito sobre España. Por ejemplo, Travesuras de la niña mala termina en España, ¿no?

—Me refiero a una novela o unos personajes ambientados en la Guerra Civil.

—Pero quién sabe. Todavía tengo tiempo, ¿no? (risas de Mario)

—Uno de los rasgos de tus novelas es que presentas la categoría de la mujer desde el propio título, por ejemplo: tía, niña, madrastra, señorita, visitadora… ¿Por qué esta tendencia a resaltar los arquetipos de mujer, Mario?

—No sé, no sé, eso sí no sé. Además, me dejas muy sorprendido con la pregunta, es verdad (Mario repite y sonríe): tía, señorita, es verdad. Fíjate, que no lo había (advertido), no era consciente de estarlo haciendo tantos años ya. Pero es verdad, es una recurrencia en los títulos de mis libros y en las obras de teatro, qué curioso, interesante, sí.

—Y si hablamos del título de Cartas a un joven novelista, también encontramos un arquetipo.

—Sí, es un arquetipo, es verdad. No lo sé, alguna razón inconsciente habrá (risas de Mar io) . Sí , tú puedes deci r el personaje de alguna manera, el personaje no es él solo. Representa algo, representa o una colectividad o tendencia o inclinación, ¿no?, mucho más general.

—¿Es alegórico o metafórico?

—Pues no lo sé. Fíjate que no era para nada consciente de eso. Ni siquiera tenía la idea de que esos títulos formaban parte de una serie, que había una recurrencia allí. No era nada consciente, en absoluto. Ahora tú me lo has hecho notar por primera vez (Mario sonríe).

—¿Y podría hablarse de una clasificación de tus personajes femeninos?

—Una clasificación que yo no la he hecho, ah, no la he hecho.

—Mario, ¿cómo los clasificarías?

—No lo sé, son personajes que proceden de distintos ideales, también de distintas regiones del país, ¿no? No creo que haya un personaje único, un modelo único, ni para hombres ni para mujeres, jóvenes ni viejos. Pero seguramente, una persona como tú, que está viendo eso de una manera panorámica, como una secuencia, lo advierte mucho mejor que yo mismo. He estado demasiado cerca de todos esos personajes como para poder organizarlos, clasificarlos, de esa manera objetiva. No tengo suficiente distancia con los personajes como para eso, ¿no?

—Una de esas clasificaciones, ¿podrían ser los arquetipos?

—Sí, claro, claro, los arquetipos. Los arquetipos son como los personajes genéricos, ¿ah? Sí, ¡qué interesante eso! Yo no lo había advertido.

—Otra categoría la conforman los personajes colectivos, por ejemplo, las visitadoras.

—Sí, colectivos o colectividades, como las visitadoras, desde luego. Es un personaje que se puede decir que es más bien colectivo.

—Ahora , en otro bloque de colectivos, están las mujeres maltratadas de las que tú hablas en diferentes obras. Las mujeres discriminadas bajo el yugo masculino, víctimas de la sociedad masculina.

—Maltratadas, discriminadas, marginadas, sin ninguna duda. Y al mismo tiempo yo creo que en los personajes femeninos hay una capacidad de resistencia mayor, resisten mejor la adversidad que los hombres, se quiebran menos, ¿no? Hay una mayor resistencia…Y creo que eso viene más de la observación. Es decir, es una realidad. Ver un país como el Perú, yo diría que en España también, ¿no?, lo que es la familia, lo que es el hogar tiene sobre todo a la mujer como el eje, ¿no?, mucho más que el hombre ¿no? El hombre se va, abandona a los hijos, pero ahí está la mujer, ¿no? Resistiendo. Tiene una capacidad para enfrentarse a la adversidad mayor que el hombre.

—Sin embargo, en los últimos tiempos el machismo en América Latina está cambiando muchísimo, sobre todo, a raíz de la globalización.

—Sin ninguna duda, tiene que ver con eso, ¿no? En la actualidad, los hombres y las mujeres se mueven de tal manera que los nuevos vientos entran, llegan incluso a sitios muy alejados. Y hay una realidad que es la vida cotidiana y el hecho de que la mujer trabaje. Hoy en día la mujer trabaja y es imposible que no trabaje, salvo muy pocas excepciones, y eso ha hecho que el machismo de alguna manera comience a ceder.