María Consuelo Lomba de Moya tenía alrededor de diez años cuando se sintió conmovida por el nivel de deforestación que observó al sobrevolar parte del territorio haitiano, adonde hizo escala durante un viaje de regreso a República Dominicana.

Siete años después, aquella imagen cobró mayor relevancia para ella. La adolescente dominicana, ahora de 17 años, participó en octubre en el Instituto Global de la Juventud 2020, encuentro anual de la World Food Prize Foundation, con una propuesta alternativa para la producción de carbón vegetal en la nación vecina.

María Consuelo, estudiante de último año en Babeque Secundaria, fue la única dominicana en participar en el encuentro en el que expusieron sus ideas para solucionar problemas globales alrededor de 200 jóvenes. La mayoría provenía de Estados Unidos, pero hubo representantes de China, Países Bajos, Suecia, Canadá, México y Honduras.

Su trabajo, “Mimosa caesalpiniifolia, una nueva alternativa para la producción de carbón vegetal”, plantea la utilización de esta especie brasileña para paliar algunos de los problemas derivados de la elaboración y uso de carbón en Haití (las reglas establecían que debía abordar una problemática social de una tierra distinta a la suya).

“Siempre me ha interesado encontrar formas de mejorar nuestro país, y yo vi que una de las formas de hacerlo es mejorar los problemas en Haití”, dice sobre la decisión de centrar su atención en el país vecino.

Qué propone en su trabajo

El carbón vegetal constituye la principal fuente de energía para el 72 por ciento de la población de Haití, un país que consume cerca de 400,000 toneladas de este material cada año, señala María Consuelo en su trabajo, que está disponible en línea, igual que el de los demás delegados, en la página www.worldfoodprize.org.

El uso de carbón implica para las familias haitianas un importante gasto económico (hasta un tercio de sus ingresos se destinan a la compra de este material), así como daños a la salud (por la exposición al humo y las cenizas) y al medioambiente (por la tala de árboles para su producción).

La joven plantea tres soluciones a esos problemas: en primer lugar, regular la producción y el comercio de carbón; en segundo lugar, facilitar el acceso a estufas que reduzcan la cantidad de carbón empleado y la exposición a residuos tóxicos, y, finalmente, la introducción de la Mimosa caesalpiniifolia para la fabricación de carbón.

La planta, dice, tiene múltiples ventajas. De rápido crecimiento y gran capacidad regenerativa, la mimosa se puede plantar hasta 1,200 metros de altitud y crece incluso en zonas degradadas. Su madera tiene gran poder calorífico y escaso contenido de cenizas. Además, produce gran cantidad de polen, característica que permitiría el desarrollo de la apicultura para la producción de miel.

Un proceso de meses de preparación

Para exponer en el evento de octubre, que por la pandemia se realizó de forma virtual, María Consuelo pasó un proceso de meses. Todo comenzó a finales del 2019, cuando la directora del Instituto de la Juventud de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, Lori Unruh Snyder, visitó República Dominicana invitada por Educa.

Fue entonces como María Consuelo conoció la iniciativa y decidió participar.

Tras semanas de investigación que la llevaron a leer textos en cuatro idiomas (inglés, español, francés y portugués), redactó y envió el artículo que defendió, en abril, en el Instituto de la Juventud organizado por la Universidad de Carolina del Norte.

El comité evaluador le otorgó el primer lugar a su trabajo y esto le dio el derecho de asistir como delegada, junto con otros dos estudiantes del mismo grupo, al Instituto Global de la Juventud 2020.

Se encontraba ante un nuevo reto. El encuentro juvenil de octubre se desarrolla en el marco de las celebraciones por la entrega del Premio Mundial de la Alimentación -que este año recayó sobre el indio-estadounidense Rattan Lal- y su exposición, aunque tomaría apenas cinco minutos, la haría frente a un panel de expertos.

Asumió el compromiso “con emoción y euforia”, mas no con miedo, pues no sufre de pánico escénico y ya había adquirido experiencia como oradora en el Modelo de Naciones Unidas de su escuela.

En todo este proceso contó con el respaldo de sus padres, Horacio Lomba y Dimaris de Moya. Él fungió como su mentor en la realización del informe final que defendería en octubre, experiencia que califica de “enriquecedora”.

“Sentimos mucho orgullo y satisfacción”, manifiesta, entretanto, De Moya. “Uno como padre siempre tiene una ilusión con un hijo, y María Consuelo ha rebasado eso”.

Su elección como delegada al Instituto Global de la Juventud le permitió a María Consuelo acceder a las sesiones del Diálogo de Borlaug, simposio en el que intervinieron investigadores, expertos globales y figuras como el ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, y el rey Abdullah II de Jordania.

“Yo me sentía como una persona diferente después de haber salido de todas esas charlas”, comenta.

“Yo quiero hacer un cambio en el mundo”

Para cualquier estudiante de último año de secundaria, una de las metas más importantes debería ser elegir una carrera universitaria. María Consuelo no es la excepción. Piensa optar por alguna carrera relacionada con el desarrollo o con el medioambiente. Este último tema constituye una de sus principales preocupaciones y por eso pertenece desde hace seis años al club medioambiental de su escuela.

Pero la universidad sería solo un paso hacia un objetivo mucho más elevado.

“Yo quiero hacer un cambio en el mundo y yo entiendo que nos queda poco tiempo para hacerlo”, expresa.

Admiradora de la premio nobel pakistaní Malala Yousafzai, María Consuelo admite que experimentar una problemática social en primera persona otorga sobre esta un conocimiento que no posee quien no la vive.

“Yo me considero una persona muy afortunada en ese sentido”, argumenta la joven, “pero yo creo que el corazón no tiene fronteras. Cuando uno tiene sensibilidad y cuando a uno le interesa, eso no puede ser una limitante, porque se encuentran los medios”.

Qué es el Premio Mundial de la Alimentación

El Premio Mundial de la Alimentación (World Food Prize) es un reconocimiento internacional que honra los logros de personas que han ayudado a mejorar la calidad, cantidad y disponibilidad de alimentos en el mundo. Lo fundó el nobel de la paz estadounidense Norman Borlaug en 1986. Se entrega anualmente en el estado de Iowa, de donde provenía Borlaug.

Entre los programas que desarrolla la World Food Prize Foundation, institución que organiza el premio, se encuentra el Instituto Global de la Juventud, un intercambio anual al que asisten estudiantes de secundaria seleccionados en los institutos de la juventud que albergan distintas universidades de Estados Unidos y otros países.

Para los estudiantes que participan en el Instituto Global de la Juventud se abren oportunidades de acceso a becas y pasantías internacionales.