Fotógrafa, presidenta
de la Fundación Francisco
Umbral y esposa
del escritor. Cuando
llego a la casa de Majadahonda
en la que vivía Umbral
junto a su mujer, María España
Suárez (Santa Eulalia de Tábara,
Zamora, 1936) está releyendo ‘La
noche que llegué al Café Gijón’
(Austral). “Pasando por sus hojas
me doy cuenta de que allí he conocido
a gente muy influyente de
la literatura, la poesía y el teatro.

¿Qué destaca de su
labor como fotógrafa?

Ya sabes que más que a las letras,
siempre me dediqué a la fotografía.
Ahora quieren que haga una
exposición y tengo cajas y cajas
de negativos, pero no sé qué haré
porque mucha gente a la que
fotografié o han fallecido o son
muy mayores. El tiempo pasa demasiado
rápido cuando se es mayor…

¿Cómo surge lo de la fotografía?
Usted estudió Magisterio.

Sí, cuando yo estudiaba sólo había
que hacer cuatro años de Bachillerato,
pero yo hice los seis
años y después elegí Magisterio,
era la carrera más corta que había.
Fíjate, terminé de estudiar
en junio y en septiembre me casé
con Paco –Umbral–. No llegué a
ejercer, pero me sirvió de mucho
cuando nos vinimos a Madrid sin
absolutamente nada.

¿Cuál es el retrato más difícil
que ha hecho? ¿O quién se lo ha
puesto más complicado?

Todo el mundo era amable, no había
problemas porque, si te soy sincera,
en aquellos momentos éramos
muy pocos fotógrafos y no
teníamos que pegarnos por hacer
la foto, sólo teníamos que estar
muy pendiente de los gestos y del
momento, sólo así lograbas la mejor
imagen. Sabes que va a surgir
una foto, pero sólo si estás atento a
todo, incluido el discurso.

Estando en las Cortes, imagino
que no se es consciente de que
se está viviendo en un momento
ma decisivos de la historia de
España. ¿O sí?

No, supongo que no, pero sí te digo
que era una revolución ver todo
lo que estaba pasando, ver a
la gente regresar a las Cortes tras
muchos años. Por ejemplo, de
Rafael Alberti tengo unas fotos
muy bonitas porque, además, tenía
una cabeza muy muy bonita.
O Dolores Ibárruri ‘La Pasionaria’
que era una mujer muy guapa y
elegante con ese pelo blanco. Hice
muchas fotos a gente muy importante
en aquellos momentos.
Fue una época, desde luego, muy
distinta a la que vivimos ahora
que la gente se insulta. A veces me entretengo viendo los debates
de televisión e inmediatamente
veo que los políticos empiezan
a insultarse. Da un poco de vergu¨enza
todo.

¿No se puede comparar la valía
del político de antes con el
actual?

Ahora no son verdaderos políticos.
Antes nadie se insultaba,
hablaban muy bien y, además,
sabían muchísimo de política y mucho de todo. Pero, ahora no es
así, incluso hablan mal, usan los
verbos mal.

Se echa en falta más nivel, ¿no?
Sí. A mí me parece que a un político
lo menos que se le puede exigir
es que hable bien, correctamente.
Hubo una temporada que me dediqué
a apuntar las palabras que
decían mal, pero eran tantísimas
que desistí. Por ahí debe estar la
libreta donde lo apuntaba todo.

Pero, ¿de los políticos actuales?
De los políticos de ahora, claro,
los de antes solían ser gente culta
y no tenían estos problemas. Un
político no sólo tiene que saber
exclusivamente de política, tiene
que ser un hombre culto para hacer
una cita en un discurso que lo
pida en un determinado momento.

Pero a la mayor parte de ellos se
los escriben.

Sí, claro, y eso se nota. Pero, además,
ya cuando intervienen en
catalán es un lio porque, claro,
tienes que leer los subtítulos como
si fuera ruso. No hay derecho,
entiendo que hablen todo el catalán
que quieran en Cataluña, pero,
desde luego, cuando vienen a las Cortes no pueden exigir que
todos los políticos entiendan lo
que dicen. Se entiende un poco,
claro, pero para entenderlo del
todo hay que leer la traducción.

¿A qué momento
del pasado se iría?

Es complicado elegir, nos encontrábamos
con muchísima gente
interesante en conferencias,
en el Ateneo, en los estrenos de
teatro, en el cine. Una época en
que íbamos siempre a los estrenos
de teatro y después íbamos a
cenar a algún sitio, por ejemplo,
nos gustaba mucho ir a Casa Lucio.
Teníamos amistad con mucha
gente, sobre todo con gente
del teatro como Fernando Fernán
Gómez, Adolfo Marsillach, María
Asquerino. Creo que volvería
a aquella época, sí.

Ha citado a Fernando Fernán
Gómez y, la verdad, a mí se me parece mucho a Umbral: no son tan fieros como los pintan.

Ya, ya… Es verdad. Fuimos amigos, fuimos muchas veces a su casa a cenar. Era, igual que Paco, una persona muy culta, así que se ponían a hablar de literatura, de autores, de los escritores del momento, de los clásicos, de la literatura. La gente sabía de todo eso.

¿No hay esperanza?
Sí, claro que la hay. Yo leo mucho a escritores, columnistas y periodistas jóvenes que escriben muy bien. Me gusta mucho Antonio Lucas, Manuel Jabois y leía también mucho a David Gistau. Escriben fenomenal y, bueno, muchos de ellos citan de vez en cuando a Umbral, eran muy seguidores.

¿Qué es lo que más le gustó a usted de Umbral?
La verdad, no sé. Físicamente, ya te digo, no era una persona corriente y tenía mucho sentido del humor, era muy alegre e irónico. Nos entendimos muy bien desde el principio y, además, siempre lo digo: Él me eligió y yo le elegí. Date cuenta, los amigos paseábamos por Valladolid, nos veíamos, nos sentábamos en un banco cerca de Campo Grande para poder vernos, no quedábamos en un café como ahora. Enseguida nos fijamos el uno en el otro, empezamos a salir y estuvimos juntos hasta el final.

¿Qué se necesita para estar tanto tiempo con otra persona y no cansarte?
No sé, supongo que no éramos muy exigentes, es que ahora no se soporta nada. Veo muchas parejas que se separan y me pregunto: ¿Acaso no tenían nada en común? Nosotros, claro, también pasamos malos momentos porque nos casamos, nos fuimos a León. Pronto nos vinimos a Madrid. Fue aquí cuando empezó a tener más encargos gracias a la gente que conoció en el Café Gijón.

Usted tiene seis hermanos, pero Umbral era hijo único, ¿eso se notaba en él y en su carácter?
Paco vivió una infancia rara, de hecho, habrás leído que su madre era una mujer soltera que tuvo la valentía de tener al niño. Piensa que en aquel momento mucha gente se deshacía de ellos de formas extrañas, pero ella no tuvo dudas, así que Paco vivía con su madre en casa de su abuela donde, además, vivía una tía suya: Delia.

¿Usted conoció a su madre?
No, pero a su tía sí. Una mujer a la que, además, Paco no le tenía mucho cariño porque era una mujer, no sé, como muy retorcida y creo que tenía una predilección más por los primos que por él. Creo que en el fondo, y es opinión mía, es que estaba celosa de su madre porque era una mujer muy elegante, guapa y ¡muy culta! Trabajaba de secretaria en el Ayuntamiento de Valladolid, mientras la tía lo único que sabía era coser la ropa para toda la familia.

Tengo yo mucha curiosidad por saber cómo se gesta la biografía que Umbral hace de Lola Flores.

Lola Flores era un personaje insólito, no era una mujer cualquiera, era una mujer con una personalidad, un temperamento, una belleza, una fuerza. No son así sus hijas, esa es la verdad, y además, son muy distintas entre ellas. Lola era una mujer sorprendente, especial.

¿Ha leído toda la obra de Umbral sin excepciones?
¡He leído todo!

Editorial Destino ahora sacará un libro con las cartas entre Umbral y Miguel Delibes.
Sí, va a salir pronto, todavía están corrigiendo. Es curioso que los dos guardaran estas cartas, yo pensé que sólo teníamos unas cuantas porque con tantos cambios de casa… Sin embargo, buscando y buscando un día me encontré un paquete con las cartas de Delibes.

Haciendo balance. ¿Usted ha sido feliz?
Sólo te puedo decir que siempre me he dejado llevar. Aparte de la desgracia del niño –su hijo ‘Pincho’ muere de leucemia a los seis años–, nunca nos hemos sentido con problemas, nos hemos adaptado muy bien siempre al momento. Como te decía, al principio de venir a Madrid lo pasamos muy mal porque no teníamos dinero, pero nos adaptamos.

¿Qué destaca de su
labor como fotógrafa?

Ya sabes que más que a las letras,
siempre me dediqué a la fotografía.
Ahora quieren que haga una
exposición y tengo cajas y cajas
de negativos, pero no sé qué haré
porque mucha gente a la que
fotografié o han fallecido o son
muy mayores. El tiempo pasa demasiado
rápido cuando se es mayor…

¿Cómo surge lo de la fotografía?
Usted estudió Magisterio.

Sí, cuando yo estudiaba sólo había
que hacer cuatro años de Bachillerato,
pero yo hice los seis
años y después elegí Magisterio,
era la carrera más corta que había.
Fíjate, terminé de estudiar
en junio y en septiembre me casé
con Paco –Umbral–. No llegué a
ejercer, pero me sirvió de mucho
cuando nos vinimos a Madrid sin
absolutamente nada.

¿Cuál es el retrato más difícil
que ha hecho? ¿O quién se lo ha
puesto más complicado?

Todo el mundo era amable, no había
problemas porque, si te soy sincera,
en aquellos momentos éramos
muy pocos fotógrafos y no
teníamos que pegarnos por hacer
la foto, sólo teníamos que estar
muy pendiente de los gestos y del
momento, sólo así lograbas la mejor
imagen. Sabes que va a surgir
una foto, pero sólo si estás atento a
todo, incluido el discurso.

Estando en las Cortes, imagino
que no se es consciente de que
se está viviendo en un momento
ma decisivos de la historia de
España. ¿O sí?

No, supongo que no, pero sí te digo
que era una revolución ver todo
lo que estaba pasando, ver a
la gente regresar a las Cortes tras
muchos años. Por ejemplo, de
Rafael Alberti tengo unas fotos
muy bonitas porque, además, tenía
una cabeza muy muy bonita.
O Dolores Ibárruri ‘La Pasionaria’
que era una mujer muy guapa y
elegante con ese pelo blanco. Hice
muchas fotos a gente muy importante
en aquellos momentos.
Fue una época, desde luego, muy
distinta a la que vivimos ahora
que la gente se insulta. A veces me entretengo viendo los debates
de televisión e inmediatamente
veo que los políticos empiezan
a insultarse. Da un poco de vergu¨enza
todo.

¿No se puede comparar la valía
del político de antes con el
actual?

Ahora no son verdaderos políticos.
Antes nadie se insultaba,
hablaban muy bien y, además,
sabían muchísimo de política y mucho de todo. Pero, ahora no es
así, incluso hablan mal, usan los
verbos mal.

Se echa en falta más nivel, ¿no?
Sí. A mí me parece que a un político
lo menos que se le puede exigir
es que hable bien, correctamente.
Hubo una temporada que me dediqué
a apuntar las palabras que
decían mal, pero eran tantísimas
que desistí. Por ahí debe estar la
libreta donde lo apuntaba todo.

Pero, ¿de los políticos actuales?
De los políticos de ahora, claro,
los de antes solían ser gente culta
y no tenían estos problemas. Un
político no sólo tiene que saber
exclusivamente de política, tiene
que ser un hombre culto para hacer
una cita en un discurso que lo
pida en un determinado momento.

Pero a la mayor parte de ellos se
los escriben.

Sí, claro, y eso se nota. Pero, además,
ya cuando intervienen en
catalán es un lio porque, claro,
tienes que leer los subtítulos como
si fuera ruso. No hay derecho,
entiendo que hablen todo el catalán
que quieran en Cataluña, pero,
desde luego, cuando vienen a las Cortes no pueden exigir que
todos los políticos entiendan lo
que dicen. Se entiende un poco,
claro, pero para entenderlo del
todo hay que leer la traducción.

¿A qué momento
del pasado se iría?

Es complicado elegir, nos encontrábamos
con muchísima gente
interesante en conferencias,
en el Ateneo, en los estrenos de
teatro, en el cine. Una época en
que íbamos siempre a los estrenos
de teatro y después íbamos a
cenar a algún sitio, por ejemplo,
nos gustaba mucho ir a Casa Lucio.
Teníamos amistad con mucha
gente, sobre todo con gente
del teatro como Fernando Fernán
Gómez, Adolfo Marsillach, María
Asquerino. Creo que volvería
a aquella época, sí.

Ha citado a Fernando Fernán
Gómez y, la verdad, a mí se me parece mucho a Umbral: no son tan fieros como los pintan.

Ya, ya… Es verdad. Fuimos amigos, fuimos muchas veces a su casa a cenar. Era, igual que Paco, una persona muy culta, así que se ponían a hablar de literatura, de autores, de los escritores del momento, de los clásicos, de la literatura. La gente sabía de todo eso.

¿No hay esperanza?
Sí, claro que la hay. Yo leo mucho a escritores, columnistas y periodistas jóvenes que escriben muy bien. Me gusta mucho Antonio Lucas, Manuel Jabois y leía también mucho a David Gistau. Escriben fenomenal y, bueno, muchos de ellos citan de vez en cuando a Umbral, eran muy seguidores.

¿Qué es lo que más le gustó a usted de Umbral?
La verdad, no sé. Físicamente, ya te digo, no era una persona corriente y tenía mucho sentido del humor, era muy alegre e irónico. Nos entendimos muy bien desde el principio y, además, siempre lo digo: Él me eligió y yo le elegí. Date cuenta, los amigos paseábamos por Valladolid, nos veíamos, nos sentábamos en un banco cerca de Campo Grande para poder vernos, no quedábamos en un café como ahora. Enseguida nos fijamos el uno en el otro, empezamos a salir y estuvimos juntos hasta el final.

¿Qué se necesita para estar tanto tiempo con otra persona y no cansarte?
No sé, supongo que no éramos muy exigentes, es que ahora no se soporta nada. Veo muchas parejas que se separan y me pregunto: ¿Acaso no tenían nada en común? Nosotros, claro, también pasamos malos momentos porque nos casamos, nos fuimos a León. Pronto nos vinimos a Madrid. Fue aquí cuando empezó a tener más encargos gracias a la gente que conoció en el Café Gijón.

Usted tiene seis hermanos, pero Umbral era hijo único, ¿eso se notaba en él y en su carácter?
Paco vivió una infancia rara, de hecho, habrás leído que su madre era una mujer soltera que tuvo la valentía de tener al niño. Piensa que en aquel momento mucha gente se deshacía de ellos de formas extrañas, pero ella no tuvo dudas, así que Paco vivía con su madre en casa de su abuela donde, además, vivía una tía suya: Delia.

¿Usted conoció a su madre?
No, pero a su tía sí. Una mujer a la que, además, Paco no le tenía mucho cariño porque era una mujer, no sé, como muy retorcida y creo que tenía una predilección más por los primos que por él. Creo que en el fondo, y es opinión mía, es que estaba celosa de su madre porque era una mujer muy elegante, guapa y ¡muy culta! Trabajaba de secretaria en el Ayuntamiento de Valladolid, mientras la tía lo único que sabía era coser la ropa para toda la familia.

Tengo yo mucha curiosidad por saber cómo se gesta la biografía que Umbral hace de Lola Flores.

Lola Flores era un personaje insólito, no era una mujer cualquiera, era una mujer con una personalidad, un temperamento, una belleza, una fuerza. No son así sus hijas, esa es la verdad, y además, son muy distintas entre ellas. Lola era una mujer sorprendente, especial.

¿Ha leído toda la obra de Umbral sin excepciones?
¡He leído todo!

Editorial Destino ahora sacará un libro con las cartas entre Umbral y Miguel Delibes.
Sí, va a salir pronto, todavía están corrigiendo. Es curioso que los dos guardaran estas cartas, yo pensé que sólo teníamos unas cuantas porque con tantos cambios de casa… Sin embargo, buscando y buscando un día me encontré un paquete con las cartas de Delibes.

Haciendo balance. ¿Usted ha sido feliz?
Sólo te puedo decir que siempre me he dejado llevar. Aparte de la desgracia del niño –su hijo ‘Pincho’ muere de leucemia a los seis años–, nunca nos hemos sentido con problemas, nos hemos adaptado muy bien siempre al momento. Como te decía, al principio de venir a Madrid lo pasamos muy mal porque no teníamos dinero, pero nos adaptamos.