La gravedad es la más débil de todas las fuerzas conocidas de la naturaleza y, sin embargo, es la que está más presente en nuestra vida cotidiana. Cada pelota que lanzamos, cada moneda que dejamos caer… todos los objetos son atraídos por la gravedad de la Tierra. Aquí, la fuerza de la gravedad viene determinada por la masa de la Tierra y la distancia al centro de ella. En la Luna, que es unas 80 veces más ligera y casi 4 veces más pequeña que la Tierra, todos los objetos caen 6 veces más despacio que en la Tierra. Y la aceleración de la gravedad sigue disminuyendo si lo hacen los valores de los parámetros que la determinan.

En la época de Isaac Newton, pionero en el estudio de la gravitación, se creía que la gravedad estaba reservada a los objetos astronómicos, como los planetas. No fue hasta los trabajos de Henry Cavendish (y de Nevil Maskelyne antes que él) que se pudo demostrar que los objetos de la Tierra también generan su propia gravedad. Utilizando un ingenioso dispositivo de péndulo, Cavendish consiguió medir en 1797 la fuerza gravitatoria generada por una bola de plomo de 30 centímetros y 160 kilogramos. El llamado péndulo de torsión (dos masas en los extremos de una varilla suspendida de un fino cable y con plena libertad de movimiento para girar) se ve afectado de manera medible por la fuerza gravitatoria de la masa de plomo. A lo largo de los siglos siguientes, los experimentos de este tipo se fueron perfeccionando para medir las fuerzas gravitatorias con una precisión cada vez mayor.

Recientemente, un equipo que incluye a Markus Aspelmeyer, de la Universidad de Viena en Austria, y Tobias Westphal, del Instituto de Óptica Cuántica e Información Cuántica (IQOQI), dependiente de la Academia Austriaca de Ciencias, retomó esta idea y construyó una versión en miniatura del experimento de Cavendish. Una esfera de oro de 2 milímetros que pesa 90 miligramos sirve de masa gravitatoria. El péndulo de torsión consiste en una varilla de vidrio de 4 centímetros de longitud y medio milímetro de grosor, suspendida de una fibra de vidrio de unas milésimas de milímetro de diámetro. En los extremos de la varilla se fijan esferas de oro de tamaño similar.