El Real Madrid se mira en el espejo y se reconoce tal y como se recordaba, con las virtudes y los defectos que hace un par de meses le bastaron para ser campeón de Liga. Confirma en el amanecer de la nueva temporada lo que ya sabía el equipo de Zinedine Zidane, que es solvente en defensa, que tiene sobrada capacidad para dominar el desarrollo de los partidos y que posee futbolistas capaces para acelerar y desacelerar casi a su antojo. Sí, se ve guapo el Real Madrid, pero observa en su reflejo que aquella espinilla tan molesta sigue ahí, afeando su felicidad completa. Sin más fichaje que la repesca de Martin Odegaard, titular anoche en su antigua casa, el campeón continúa lamentando su tendencia a ser preso de su falta de pegada. El domingo, frente a una Real Sociedad mucho más conservadora de lo que se podía imaginar, sus dificultades de cara a gol, esas que tras el parón por el covid tuvo que paliar Sergio Ramos de mil maneras posibles, le impidieron arrancar la defensa del título con una victoria.

Se defendió la Real a la perfección, enmendando su imagen de equipo trémulo en la protección de su área y así frustró a un Madrid estético, sobre todo en la primera mitad, pero carente de colmillo. Todavía sin Eden Hazard, la presencia de ViniciusRodrygo y Odegaard le aportó al conjunto blanco frescura y dinamismo, pero no la presencia en el área que se espera de un equipo como el blanco, con las luces apagadas para transformar su buen fútbol en ocasiones de peligro. Tiempo tendrá de mejorar esa faceta Zidane para evitar que encuentros como el de ayer se le atoren en la garganta.

La titularidad de Odegaard llevó aparejada la ausencia de Casemiro, apuesta que corresponde interpretarla, en parte, desde un punto de vista táctico. Consciente Zidane de que la Real es de los equipos que más y mejor ejerce la presión adelantada, superpobló su centro del campo de perfiles técnicos con capacidad para combinar y salvar ese agobio sin recurrir al pelotazo, sacrificando a cambio la seguridad que reporta el brasileño y el dinamismo y las piernas de Fede Valverde. Salieron ambos en la segunda parte, pero no se les echaba demasiado de menos y eso habla bien del Madrid.

MUCHAS BAJAS PARA IMANOL

Ahora bien, no se puede desdeñar en el análisis la mano izquierda del técnico francés. Bien sabía Zidane que Odegaard albergaba dudas de su regreso a Madrid este verano, pues entendían su entorno y él que los minutos que le garantizaba la Real eran una gran inversión a largo plazo para su carrera. Con su titularidad precisamente en Anoeta, Zidane parece decirle al chico nuevo -más o menos- que confía en él y que no va a ser un mero complemento para su lujoso ramillete de centrocampistas o un capricho para engordar plantilla por si las moscas.

El tiempo dirá si la confianza es tal y si el noruego es capaz de corresponder a ella sobre el centro del campo. Lo que quedó demostrado enseguida fue que, desde el plano táctico, el sorprendente centro del campo del Real Madrid se ajustó a la perfección a las circunstancias del partido, muy favorables a sus intereses. Por méritos propios, sí, pero es también justo mencionar que la Real llegaba a la cita en condiciones bastante precarias, con las bajas de IllarraZubeldiaZaldua y Willian José y con MonrealSilva y Januzaj, todavía muy cortos de forma, ocupando un asiento en el banquillo.

Benzema, tras una oportunidad perdida en Anoeta.
Benzema, tras una oportunidad perdida en Anoeta.EFE

La acumulación de todos estos factores, en fin, propició una primera parte notable del Madrid, abrumadoramente dominador ante una Real achicada, incapaz de ser fiel a sus principios futbolísticos, casi una espectadora de la sinfonía de pases blancos. Si no alcanzaron los de Zidane el sobresaliente fue porque les faltó pegada. Porque Odegaard, KroosModric y Benzema armaban constantemente triangulaciones en la zona central del campo, donde albergaban superioridad. Y cuando los exteriores donostiarras acudían a compensar su falta de efectivos, Rodrygo y sobre todo Vinicius recibían en la banda para desbordar a su defensor. Era entonces cuando faltaba la chispa que convierte el buen juego en goles, la leña en fuego.

AMBICIOSO CENTRO DEL CAMPO

Hasta los diez últimos minutos de la primera mitad, el Madrid ladró pero no mordió. En ese tramo previo al descanso, Benzema gozó de dos ocasiones francas a las que no supo darles la dirección correcta y también Ramos amenazó en un córner. También la Real gozó de su único acercamiento, con un disparo de Isak muy bien resuelto por Courtois, con escasa faena hasta el intermedio, en su estreno con el dorsal número uno.

La Real fue a más conforme fue encontrando a Oyarzabal, anoche ejerciendo de mediapunta, dando otro par de sustos al Madrid en los primeros compases del segundo tiempo. Con más agresividad en sus acciones y sobre todo en su manera de encarar el duelo, los de Alguacil comenzaron a encontrar las grietas en el ambicioso centro del campo dispuesto por Zidane.

El técnico francés se enmendó a sí mismo a la hora de partido introduciendo a Casemiro y Valverde -también Marvin y después Arribas, dos debutantes-, al tiempo que Silva hacía su regreso a la Liga. Esa tampoco fue la fórmula para que el Madrid lograra el gol que necesitaba para imponerse en el encuentro y así el choque llegó a su fin sin un solo gol que narrar, sin que el Madrid lograra eliminar esa molesta espinilla.