En la misma olla en que muchas mujeres cocinan para alimentar a sus hijos, también se hierven flores y plantas silvestres para interrumpir la vida de los que no quieren tener. Esta práctica es milenaria y se agudiza con los años, por la falta de valores, los altos índices de pobreza, la poca educación sexual y la ausencia de políticas sociales y de salud que beneficien a la mujer, en especial a las que viven en países en vías de desarrollo.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las situaciones de interrupción de un embarazo que se consideran más peligrosas son las que implican la ingestión de sustancias cáusticas y aquellas en que la persona que lo practica emplea métodos peligrosos.

Cuando una mujer toma la decisión de interrumpir el embarazo de forma clandestina, por medio de brebajes o píldoras, de las tantas que hay en las farmacéuticas, la acción se queda en una “pérdida” ante los demás; pero no todas corren la misma suerte.

Entre un 4,7% y un 13,2% de la mortalidad materna anual puede atribuirse a los abortos peligrosos. Y en los países en desarrollo, cada año hay alrededor de 7 millones de mujeres que son hospitalizadas a consecuencia de un aborto sin condiciones de seguridad, según la OMS.

Cuando lo hacen con una condición de salud que ignoran o desconocen, como por ejemplo, una cardiopatía, nefropatía o cáncer, las consecuencias son funestas.

Para la ginecóloga obstetra Silveria Pujols, entre las secuelas y complicaciones inmediatas que deja un aborto de esta naturaleza están hemorragias uterinas graves, infecciones, shock séptico y perforaciones uterinas

Además, pelviperotinitis, infertilidad, abortos a repetición y síndrome de Asherman (sinequia uterina).

¿Cómo se aborda una emergencia cuando la mujer toma un brebaje para interrumpir el embarazo? “Usualmente la paciente llega con un sangrado transvaginal abundante con salida de coágulos, cuando se hace la historia clínica y el examen físico se encuentran, en muchas ocasiones, restos de medicamentos en el cérvix y cuando se le realizan los análisis correspondientes reportan solo restos de placenta. En estos casos debemos salvarle la vida a la madre por las complicaciones de aborto y shock séptico”, explica Pujols.

La ginecóloga expresa que esta práctica representa una “gran responsabilidad” para los médicos especialistas. “Muchos toman la decisión de abortar con un té, o buscan medicamentos y se los administran. Entonces, llegan en condiciones graves, donde a veces no se les puede salvar la vida y se ha dado el caso de familiares que culpan como responsable al médico que las atendió. Por esta razón, pensamos en educar a las mujeres para que tengan sexo seguro, con el uso de anticonceptivos y preservativos, para evitar en embarazo no deseado”.  

Secuelas sicológicas

La mujer no hace un festín del aborto, dice la psicóloga Fior D’Aliza Alcántara. Aunque fuera una decisión tomada por la mujer, luego de hacerlo pasa por un proceso de duelo y sentimientos encontrados.

Alcántara dice que hay un tema emocional cuando una mujer pierde un embarazo intencional. Surgen las interrogantes, si vas a tener más, si esto le puede afectar su relación de pareja, si cambiaría su imagen ante los demás. Se genera mucha culpa y vergüenza luego de la interrupción, porque tiene mucho que ver con sus capacidades y con el ciclo vital en el que se encuentre.

En República Dominicana el primer rol que se les enseña a las niñas es que van a ser la segunda mujer de casa. Es un sistema de crianza que le dice que el regalo que traerán a su familia es un hijo y cuando la mujer no puede ser madre se siente frustrada.

“Está socialmente concebido y construido en nuestro pensamiento, cuerpo y accionar, que el legado es dejar hijos”, dice Alcántara.