Corre el año 1965 en la República Dominicana y en un burdel junto al mar llamado Hotel Coppelia conocemos la vida de un grupo de trabajadoras sexuales lideradas por la matrona, encarnada por Lumi Lizardo.

La vida de estas mujeres da un giro dramático cuando un grupo de rebeldes organizan un golpe revolucionario, utilizando como base de control este lugar por su especial ubicación.

Pero todo cambia cuando el ejército estadounidense reprime la revuelta y toma el burdel como base militar.

Es difícil comentar la película sin crear una plataforma histórica, lamentablemente desconocida por muchos dominicanos, y por gran parte del público internacional. 

La guerra civil dominicana (o la Guerra de Abril) de 1965, que sirve de atmósfera para este filme, fue un movimiento cívico-militar que se caracterizó por la participación activa, militante y armada de las masas populares, con la finalidad de volver al gobierno legítimo y constitucional de Juan Bosch.

El líder político electo democráticamente luego de la muerte del dictador Trujillo fue derrocado siete meses después de haberse juramentado como presidente constitucional de la República, el 24 de septiembre de 1964, por una facción de las Fuerzas Armadas liderada por Elías Wessin y Wessin. 

Las razones, en resumen, es que acusaban al gobierno de Bosch de ser comunista.

Tras varios desacuerdos y el asesinato de Manuel Tavarez Justo, la estabilidad política del país tambalea y es con el ascenso de Donald Reid Cabral a la presidencia del triunvirato (creado posterior al golpe de estado), que la situación económica se deteriora; se llegaron a acuerdos con el Fondo Monetario Internacional mientras que la miseria que sufrían los sectores marginados se agudizaba.

Es, entonces, cuando la policía del mundo, liderada por el presidente de los Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, envió el 28 de abril de 1965 a más de 40 000 marines norteamericanos a tierras dominicanas con el pretexto de proteger vidas y bienes de los ciudadanos estadounidenses en la Isla.

La presencia de los marines norteamericanos fortaleció al grupo militar que enfrentaba a los constitucionalistas. La ciudad de Santo Domingo quedó virtualmente dividida en dos mitades y es desde ahí, que el director José María Cabral, narra su historia.

La sabiduría convencional en el cine es que cualquier película ambientada en un hecho patriótico debe ser simplista y conmovedora, a pesar de que ya sabemos el resultado de la misma. Aquí hay una película que captura la soledad y el pavor de una mujeres que esperan y se involucran, primero en una revolución y luego con el supuesto aliado, y con una visión triste y sórdida, y desde uno de los lugares más inesperados, en una parte importante de la historia comteporánea dominicana.

+ De la trama

El arco de la historia de «Hotel Coppelia» es abrumador para cualquier cineasta: largos días y noches de espera seguidos de una masacre.

Aunque la eventual derrota de las fuerzas revolucionarias por parte del poderío gringo proporciona una coda optimista, es de poco consuelo para los defensores muertos.

Esta película trata, finalmente, de la larga espera y la mortal conclusión, centrándose en los personajes femeninos; cuenta de qué ellas están hechas y de cómo se enfrentan a una situación desoladora.

Lumi Lizardo es la mujer encargada de que todo marche bien.

La conocemos primero, asistiendo a un aborto en su propia cocina y es así como el director nos introduce a sus personajes. Nos enteramos de su historia más adelante, y de cómo, esta mujer que nunca sonríe, tiene un pasado tan doloroso como el de sus empleadas.

Lizardo, una actriz de teatro, conocida mayormente por sus personajes cómicos, entrega una actuación sobria y contundente de lo que significa defender lo suyo sin importar el costo.

Ella se convierte en una patriota sin sentido del humor que preferiría, nos dice, no tener momentos de gloria sino la protección de sus mujeres y su patrimonio.

Pero es fiel a sus principios, y en un momento dado, sabe que tiene que hablar con sus empleadas, lo hace de la manera más directa, seca y aparentemente sin sentido, pero en su trasfondo, ella conoce que sus opciones son pocas.

+ Actuación de Nashla Bogaert

Es imposible no enamorarse del personaje de Gloria (Nashla Bogaert), la cual busca el amor o al menos una conexión que se parezca a este en el más mínimo íntimo momento.

Bogaert, con clara naturalidad y una pizca de inocencia que borda lo sensual, le da vida a su personaje que sirve como hilo emocional en la narración de Cabral, sin dudas, la mejor actuación de la película.  

El director y guionista, José María Cabral, ocupa más de una hora con escenas previas a la llegada de las tropas norteamericanas, mientras los defensores hacen sus planes y esperan refuerzos que nunca llegan y cuando lo hacen, el coronel Thompson (Nick Searcy) se pavonea y posa frente a sus oficiales, que están horrorizados por su ignorancia pero intimidados por su temperamento y rango.

Searcy no es más que el cliché militar que ya hemos visto en tantos filmes, y sirve como inicio al descalabro del filme.

Cabral es posiblemente el director que mejor arma sus filmes, el nivel de producción y de diseño en sus últimos proyectos, sin dudas es de lo mejor dentro de la industria dominicana, pero su narrativa, principalmente en el arco final, es donde sigue flaqueando como narrador.

+ La crítica

En «Hotel Coppelia» vemos dos filmes, uno muy bien logrado previo a la llegada de los norteamericanos y otro, que se llena de clichés y situaciones forzadas cuando estos toman lugar en el improvisado fuerte.

No solo lo visual cambia, incluso su narración da brincos entre situaciones que no van acorde a sus primeros minutos, los motivos de los personajes, mayormente sus mujeres, carecen de lógica o credibilidad, muchas veces traicionando esa maravillosa introducción.

Personajes como el de Ruth Emeterio, a quien presentan de una manera divertida, se va diluyendo luego de su captura.

Emeterio, como gran actriz, saca lo mejor que puede su papel, pero al final, con tan buena premisa, queda como un divertido recuerdo con una bazooka al hombro.

Gran parte de las imágenes tiene lugar de noche, iluminada por luces tenues y velas, y el director de fotografía de Cabral, el talentoso Hernán Herrera, encuentra color y textura en las sombras que evocan esa hora entre la medianoche y el amanecer que Fitzgerald llamó la noche oscura del alma.

Las cortas escenas de batalla, cuando llegan, son divertidas de ver y muy bien logradas; este íntimo conflicto cuerpo a cuerpo se equilibra con muy buenos planos generales, que combinan los escenarios de exteriores con los sentimientos de las inocentes dentro del burdel.

Aunque la Guerra de Abril ha tomado su lugar como un capítulo sagrado en la historia dominicana, la película trata sobre el hecho de que todo se redujo a una cosa: que los americanos son muy malos y nosotros somos los buenos, es decir solo existe una visión del conflicto. Pero es el fiel derecho del que lo cuenta.

«Hotel Coppelia» no es una película perfecta, pero si una que funciona y que da una plataforma para contar la historia desde una óptica no muy común, algo loable para el equipo de producción.

Lo más importante para mí es las valientes actuaciones de un grupo de actrices que se metieron la piel de estas mujeres, navegando entre varias aguas, varios sentimientos.

Es una pena que un desnudo siga siendo motivo de morbo dentro del cine y no se reconozca como un vehículo para el funcionamiento narrativo de una historia.

Sin dudas, «Hotel Coppelia» es una película que quedará en el escenario mental dominicano por un buen rato, y bien merecido, ya que éste ejercicio de contar una historia que vale, más el hecho de entretener, es algo que hemos visto muy poco dentro del cine dominicano.