Poco después de las 6 de la tarde, hora local (sobre las 15:00 UTC) del 4 de agosto de 2020, unas 2.750 toneladas de nitrato de amonio almacenado de forma insegura explotaron en la ciudad portuaria de Beirut, en el Líbano, matando a unas 200 personas, dejando a más de 300.000 temporalmente sin hogar y excavando un cráter de 140 metros de diámetro. A esta se la considera una de las explosiones no nucleares más potentes de la historia de la humanidad.

Ahora, los cálculos de un equipo internacional de científicos han permitido descubrir que la onda atmosférica de la explosión provocó alteraciones en el conjunto de electrones de la ionosfera, una franja situada entre los 50 y los 965 kilómetros de altitud.

El equipo, que incluye a Kosuke Heki de la Universidad de Hokkaido en Japón, calculó los cambios en el contenido total de electrones en la ionosfera. Ciertos fenómenos naturales, como la radiación ultravioleta extrema y las tormentas geomagnéticas, así como algunas acciones humanas, como las explosiones de bombas nucleares, pueden provocar alteraciones en el contenido de electrones de la ionosfera.

Los autores del estudio descubrieron que la explosión generó una onda que viajó en la ionosfera en dirección sur a una velocidad de unos 0,8 kilómetros por segundo.

El equipo calculó los cambios en el contenido de electrones de la ionosfera observando las diferencias en los retrasos experimentados por las señales de microondas transmitidas por los satélites GPS a sus estaciones terrestres. Los cambios en el contenido de electrones afectan a estas señales a su paso por la ionosfera y deben tenerse en cuenta regularmente para poder garantizar que se siguen midiendo las posiciones por GPS con suficiente precisión.