Colchones enchumba­dos, muebles dañados y electrodomésticos inuti­lizables son el común de­nominador entre muchos residentes de localidades de Hato Mayor, una de las provincias del país más lastimadas por el paso de la tormenta tropical Isaías.

Durante un recorri­do realizado por un equi­po de reporteros del Listín Diario a través de las comunidades hatomayo­renses más afectadas por las fuertes lluvias y ráfa­gas de viento del referido fenómeno atmosférico.

Uno de los sectores peo­res golpeados por la tor­menta fue Gualey, donde el moho, a causa de la hu­medad, humedecía el aire con su distintivo hedor.

Sillones, abanicos, ne­veras, zapatos, ropas y peluches abarrotaban las aceras, mientras sus due­ños determinaban qué servía, qué no, y que valía la pena hacer en un inten­to por salvar algunas co­sas.

Con el agua al pecho
Los problemas para los pobladores iniciaron el pasado jueves, cuando el agua, producto de los to­rrenciales, comenzaba a penetrar a varias vivien­das.

Tal fue el caso de María Dolores Crispín, quien na­rrando las horas de pánico que vivió durante los peo­res momentos de Isaías in­dicó que el agua llegó al punto de estar al nivel de su pecho.

“El jueves, como a la seis de la tarde, empezó a inundarse esto y el agua, ¿cómo te explico, cómo te digo? Eso me llegó has­ta ahí (señalándose el pe­cho). Nos la pasamos su­biendo los trastes arriba, subiendo lo que pudimos y dando gritos, agarrados de la pared”, expresó Ma­ría Dolores.

Esta mujer explicó que decidió no ir a uno de los albergues de seguri­dad, o a la casa de un fa­miliar que resida en una zona menos peligrosa, y permanecer en su peque­ña casa, a pesar de la aler­ta roja que había emitido el Centro de Operaciones de Emergencias (COE) en Hato Mayor, y lo hizo por su madre, de 97 años.

 María Dolores dijo que su mamá le rogó quedar­se, que se trataba de su ho­gar y no estaba dispuesta a abandonarlo, por lo que ac­cedió a la petición de la en­vejeciente.

El saldo final de Isaías para esta familia fue dos puertas arrancadas de sus bisagras, todos los colcho­nes de la casa inservibles, una nevera y dos abanicos dañados.

“Se me fue todo”
A diferencia de la familia Crispín, Danensy Chirén y su esposo optaron por pa­sar las peores horas del fe­nómeno natural en casa de un primo que vive en un lu­gar más seguro que el de ellos, pero al retornar a su hogar, Danensy lo encontró prácticamente arruinado.

“¿Daños? Se me fue to­do. Solo me quedó eso (un armario), porque quedó re­costado de una casa; pare­ce que el agua vino y se lo llevó la corriente”, explicó la joven.

Ayuda parcial
Las autoridades llegaron a Hato Mayor, tras el cede de las lluvias, con empleados y voluntarios de Plan de Asistencia Social de la Pre­sidencia (PASP), del Minis­terio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) y la Cruz Roja, brindando asistencia.

A los afectados les fueron donados colchones y racio­nes de alimento, crudo y co­cinado.

Por su parte, empleados del MOPC ayudaban a mo­ver escombros y lodo, y a drenar el agua estancada en viviendas.

Sin embargo, la ayuda no llegó a todos los damni­ficados. Según moradores de Gualey, la asistencia ofi­cial no tocó a todos los po­bladores del populoso sec­tor.

Altagracia afirmó que las instituciones solamente se enfocaron en las casas ubi­cadas en las calles Antonio Guzmán y Santiago Silves­tre, mientras en la Genaro Díaz, donde reside, repartie­ron nada.

“Nosotros somos huma­nos también”, vociferaba una y otra vez Altagracia.