Ya va siendo tradición despertar con una ligera resaca la mañana siguiente a la fiesta de inauguración. He dormido poco, pero he logrado despertarme a tiempo para recoger algunas entradas, tomar un café mientras corría al cine Principal y entrar a las ocho y media a la primera película.

Ha resultado ser un día muy religioso, con dos películas que se aproximan, cada una a su manera, a las víctimas del fundamentalismo cristiano. Empezamos con ‘Disco’ de Nuevos Directores, la segunda película de la noruega Jorunn Myklebust Syversen. Josefine Frida Pettersen, conocida por los adolescentes por el fenómeno televisivo ‘Skam’, es Mirjam, una joven que combina su afición por el baile con su vocación religiosa. Pero su mente empieza a fallarle en las competiciones de baile (una fantasía de pelos ochenteros, brilli-brilli y música electrónica). Algún problema soterrado en su mente le impide ser la campeona de baile que era, y su madre en vez de ayudarle a solucionarlo le aconseja que rece más y mejor. Spoiler: sale mal. De ‘Disco’ me ha fascinado esa visión de las nuevas iglesias, modernas, jóvenes, de neón y encabezadas por predicadores buenorros (gracias a Dios yo no he caído en sus garras o sería ahora mismo un hombre muy beato). Por desgracia, Syversen se recrea hasta la redundancia y el aburrimiento en esas misas.

Mientras que en ‘Disco’ los feligreses pueden aportar su donación semanal por app o en efectivo, en ‘Temblores’, una de las mejores películas del festival de momento, se pasa el datáfono en las misas. Nuevas formas de monetizar los mismos sentimientos de culpa y vergüenza de siempre. Jayro Bustamante trae este año sus dos nuevas películas a Horizontes Latinos (la otra es ‘La llorona’, su tercer largometraje). ‘Temblores’ muestra la dura realidad de los homosexuales en Guatemala. «¿Creíste que iba a ser fácil ser marica? Ni que fuera Luxemburgo», dice el noviete del protagonista, un padre de familia al que sacan del armario a golpes y después le arrebatan a sus hijos y su trabajo. Bustamante dirige con pulso y elegancia y escribe con un agudo sentido del humor y mucha mala leche. ‘Temblores’ llega a ser espantosamente dura casi sin avisar, pero con una minuciosa construcción de todos los personajes evita caer en maniqueísmos y subrayados innecesarios. Al final, como Mirjam en ‘Disco’, todos son víctimas y reos del mismo carcelero.