Un equipo de científicas argentinas ha desarrollado una técnica que no solo permite detectar la presencia de virus patógenos en aguas residuales de domicilios e industrias alimentarias, sino también rastrear su fuente.


El método complementa o enriquece los estudios clásicos de calidad microbiológica de aguas, que se concentran en la detección de ciertas bacterias y omiten examinar la presencia de virus que pueden causar enfermedades en seres humanos.

“Nuestras herramientas son aplicables a las plantas de tratamientos de efluentes domiciliarios o de las industrias que se dedican a la producción o comercialización de animales o sus derivados”, afirmó a la Agencia CyTA-Leloir la directora del proyecto, la doctora Viviana Mbayed, profesora asociada de la Cátedra de Virología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica (FFyB) de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigadora del CONICET.

 

Las excreciones fecales o urinarias de los sistemas cloacales o los residuos derivados de la actividad de criadores, mataderos, frigoríficos, empresas lácteas y otras industrias de producción de alimentos de origen animal se vuelcan, con distintos niveles de tratamiento, a aguas superficiales, como los ríos, los arroyos o el mar. Y aunque pueden contener una amplia cantidad de agentes microbianos, la legislación solo establece la búsqueda de ciertas bacterias del sistema digestivo que pueden indicar contaminación fecal.

Sin embargo, según advirtió Mbayed, las características de los virus que se excretan por tracto gastrointestinal y orina hacen que puedan ser más resistentes que los indicadores bacterianos a diferentes condiciones ambientales o tratamientos. “Aun cuando las bacterias se pudieran haber eliminado por un determinado tratamiento, los virus podrían permanecer”, afirmó.

Ahora, Mbayed y su equipo desarrollaron una técnica molecular de detección cualitativa y cuantitativa del genoma de un conjunto de virus de baja o nula patogenicidad (poliomavirus humanos y bovinos, y adenovirus aviares) que podrían actuar, junto con los ya utilizados bacteriófagos, como “indicadores de contaminación viral” en aguas.