Es por todos sabido, que el día de la boda, es el más esperado por una mujer.

Y generalmente, la protagonista del acontecimiento, el centro de toda la atención es, en efecto, la novia.

Sin embargo, no es menos cierto que una boda es ante todo la unión de una pareja, y la celebración del nacimiento de una nueva familia, en presencia de los padres, amigos y familiares de los contrayentes.

Sin embargo, no es poco común, que algunas mujeres se tomen demasiado a pecho su propio protagonismo el día del matrimonio.

Y a veces, este sentido de su propia importancia se les sube a la cabeza, causando situaciones embarazosas e incluso, dejándolas en un total ridículo.

Sin embargo hay hombres que tiene sus prioridades bien colocadas y saben poner en su lugar a una novia o esposa que pierde su sentido de la ubicación. Como el novio que protagoniza esta historia

Resultó que, una vez celebrado el matrimonio, ya en el lugar donde se celebraría la fiesta, el novio, trajo a su anciana madre, para que se sentara en la mesa, con su flamante esposa, para que así, compartiera ese mínimo momento de felicidad con ellos.

Lo que no esperaba el hombre, era que su mujer iba a estallar de iras, en su contra, y le reclamara que esa mesa era exclusivamente para ellos, y le exigió, que sacara a su madre de allí.

Contrariado, el hombre tomó la palabra, hablando a todos los invitados, y sorprendiendo a todos, les ofreció venderle a su madre a quien le pagara el precio adecuado.

Por supuesto, los invitados, se sintieron al momento incomodos, y ninguno pudo ofrecer un pago por la madre del hombre, ¿Quién podría hacer eso?

El esposo, afirmó, solemnemente, que, como nadie podía darle un precio justo por su madre, él se quedaba con ella, ya que era el bien más valioso que poseía, y dejando plantada a su esposa, salió del lugar en compañía de su madre. Enseñándole a la cruel mujer una gran lecciones humildad.

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