Unos investigadores de la Fundación Instituto Leloir (FIL) armaron un software propio y han logrado identificar relaciones entre mutaciones en medio centenar de tumores, un hallazgo que puede tener enormes repercusiones en su diagnóstico, pronóstico y tratamiento.

Los resultados se han publicado en la revista “Human Mutation” y son el fruto de un exhaustivo análisis computacional de 2.800.000 mutaciones genéticas de casi 1.200.000 muestras correspondientes a 47 tipos de cáncer, incluyendo los de mama, páncreas, piel, colon, pulmón y ovarios. La información dispersa está disponible en bases de datos internacionales.

Los autores del estudio, la doctora Cristina Marino-Buslje e integrantes de su Laboratorio de Bioinformática Estructural de la FIL, identificaron pares y redes de mutaciones genéticas que presentan patrones de coexistencia y exclusión mutua en todo el espectro de tumores humanos. Estos patrones de relación “pueden influir en el pronóstico y modificar la respuesta a medicamentos de ciertos tipos de cáncer, por lo que conocerlos puede conducir al diseño y selección racional de futuras terapias más personalizadas y eficaces”, indicó Marino-Buslje, quien también es investigadora del CONICET en Argentina.

El cáncer es uno de los problemas de salud más importantes en todo el mundo. Solo en Argentina, en 2016 murieron más de 62.000 personas por tumores malignos, lo que representa casi una de cada cinco muertes. De acuerdo con la Agencia Internacional de Investigaciones en Cáncer (IARC), se calcula para Argentina un incremento del número de defunciones del 56% en 2035 para ambos sexos.

Pese a todos los avances en la comprensión de los distintos factores que aumentan el riesgo de cáncer, desde el tabaquismo hasta el exceso de consumo de grasas, el estudio de las mutaciones genéticas que favorecen o gatillan la proliferación de células malignas sigue siendo muy inexplorado.

Marino-Buslje explicó que estudios previos han descripto la “codependencia” entre mutaciones en solamente unos pocos tumores. O evaluaron muy escasas interacciones entre genes completos, perdiendo de vista que diferentes alteraciones en el mismo gen pueden tener un impacto clínico muy distinto. Por ejemplo, hay una mutación en el aminoácido 49 del gen del factor de crecimiento epidérmico que puede no tener efecto, por lo que se la llama “pasajera”, mientras que otra mutación en la posición 790 se considera “driver”, porque desencadena o aviva el proceso cancerígeno. “Se agrega ahora el conocimiento que además las mutaciones no son independientes, sino que se relacionan con un patrón determinado”, subrayó la investigadora.

 

En el nuevo estudio, Marino-Buslje y su equipo descubrieron las reglas y patrones que gobiernan las codependencias de las mutaciones “driver” y “pasajeras”. Esto podría tiene implicancia en el desarrollo de la enfermedad y en la terapéutica. “Las mutaciones que ocurren juntas sugieren combinaciones de drogas que podrían ser efectivas en el entorno clínico, mientras que aquellas que se excluyen mutuamente [cuando hay una, no puede haber la otra] indican combinaciones que probablemente no sean útiles”, manifestó la investigadora.

Por otra parte, Elizabeth Martínez Pérez, una de las dos primeras autoras del estudio y becaria del CONICET en el grupo de Marino-Buslje, alertó que del análisis surge que algunas mutaciones que hoy se consideran “pasajeras” podrían en realidad ser “drivers”. Algo así como lobos con piel de cordero.